Ya está. Se ha desatado la euforia mundialista y con ella la exaltación de los colores patrios y una furibunda afición por ser testigos de otro momento histórico, otro hito de la humanidad, en la que los nuestros se hagan con el gol de la victoria y alcen el trofeo este de la bola levantado por cuatro-lo-que-sean y que parece más un cucurucho de bola que una copa de algo.
Es curioso pero existe cierta unanimidad en afirmar que el deporte unifica y civiliza y que su difusión tiene un componente de hermanamiento cultural que supera fronteras, escala montañas y vadea ríos que ríete tú los Pizarro, los Livingston o del aficionado ése que dio un pasito en la luna pero no marcó ningún gol y su país nunca ha ganado el mundial oéeeee, oé, oé, oéeeeeee.
Chorradas.
Chorradas y gilipolleces.
Al final (y más en el fútbol) todo se reduce al nosotros contra vosotros, cosa que se contagia a otros deportes en tanto estos den glorias suficientes para poder presumir de las mismas, si no chitón y ese deporte no existe (qué rugby ni qué hípica... ¡¡Iniesta campeón!!). Pero, ¿quién son estos nosotros y vosotros? Pues básicamente quienes se identifican con el equipo en cuestión y no con el otro y viceversa. Y aquí llegamos al tema de esta entrada: ¿cuál es el nexo de unión en el caso de las selecciones? O, incluso mejor: ¿cuál es el sentido de las selecciones deportivas?
Una selección es, por definición, un triaje según un criterio predefinido entre un grupo de elementos. En este caso el criterio es la calidad deportiva (ejem, futbolística) y el grupo de elementos es: los deportistas de este deporte nacidos en el estado/país seleccionador. ¿Y el objetivo? Demostrar que este estado/país tiene mejores deportistas que el estado/país de al lado o del otro lado del mundo. ¿Etnicismo? Claro. Recordemos que es una etnia según la RAE:
Por lo tanto alegrarte de que tu selección sea mejor que la otra no puede si no encerrar un supremacismo racial basado en una endogamia limitada por esas fronteras que muchos llaman artificiales pero que otros claman por cerrar a base de concertinas, minas y escuadrones militares. Curiosamente mayor acerbo hay para con las victorias seleccionales cuanto mayor interés hay en hacer crecer las vallas que nos separan de otros continentes, no sea que la genética se nos vuelva impura y luego la selección se nos resienta.
Ironías aparte, es cierto que la razón de ser de las selecciones es precisamente la de competir los oriundos de un país o de otro según unos estándares establecidos. Parece que hoy en día es algo aventurado ya que poco queda de ese aislamiento cerril que producía ciertas diferencias epigenéticas y/o fenotípicas (si es que alguna vez fueron significativas o decisorias en nada). ¿Pero esto es así? ¿Y qué decimos de Juanito Mühlegg (Muller para los amigotes del bar), Orlando Ortega, Garbiñe Muguruza? ¿O cualquiera de los trece atletas nacidos allende las fronteras del último mundial de atletismo con la rojigualda en la pechera? Aquí se nos cae el razonamiento etnicista y se cuela otro: el estupidicista.
El razonamiento estupidicista nos dice que no tienes ni puta idea de lo que significa la selección, cuál es su motivación, pero que campeones oéeeee, oé, oé, oéeeeeeee. Te representa porque es la tuya, porque eres de aquí, pero las medallas, los trofeos son ganados por un tío nacido en Florida que un día cambió la piscina de continente o un corredor nacido en una isla en pleno mar Caribe y que cambió castrismo por paellas en la costa del sol (malditos comunistas). Te lanzas a la calle con el Yo soy español, oéeeeee, campeóooones, A por ellos y otras frases sesudas que te distraen de la incoherencia de tus razonamientos y que te hacen feliz por un momento. Aunque la última cerveza del bar diga que mañana no tendrás para el autobús que te lleva al trabajo.
El razonamiento estupidicista nos dice que no tienes ni puta idea de lo que significa la selección, cuál es su motivación, pero que campeones oéeeee, oé, oé, oéeeeeeee. Te representa porque es la tuya, porque eres de aquí, pero las medallas, los trofeos son ganados por un tío nacido en Florida que un día cambió la piscina de continente o un corredor nacido en una isla en pleno mar Caribe y que cambió castrismo por paellas en la costa del sol (malditos comunistas). Te lanzas a la calle con el Yo soy español, oéeeeee, campeóooones, A por ellos y otras frases sesudas que te distraen de la incoherencia de tus razonamientos y que te hacen feliz por un momento. Aunque la última cerveza del bar diga que mañana no tendrás para el autobús que te lleva al trabajo.
Pero venga, que llegamos al tercer acto de esta entrada y aquí está el motivo real de todo y la razón de ser de las selecciones deportivas "nacionales" (sic).
Política.
Sí política.
Leñe, que es política y punto.
Es probable que antes de llegar a este punto el avieso lector esté diciendo para sí algo como qué dice este gilipollas, si yo le he visto defender las selecciones catalanas. Y el astuto lector tendrá toda la razón del mundo, yo siempre he defendido las selecciones deportivas catalanas. Y las vascas. Y las gallegas. Y las aragonesas, canarias, andaluzas y las que quiera cada uno. ¿Por qué? Por política.
Yendo por partes y aclarando primero. Estoy a favor de las selecciones deportivas catalanas (y vascas, gallegas, etc.) porque serían un modo de normalización política en el que estas simplemente son las selecciones de un ente administrativamente autónomo. Nada más. Sólo eso.
¿Y por qué no se permiten? O dicho de otra manera ¿qué cojones intentas decir con todas estas parrafadas? Pues lenguaje soez aparte, la idea que pretendo aportar es que, como tantas otras cosas, el deporte es usado como recurso de alienación para implantar una idea concreta: la indiscutibilidad de la nación como ente autónomo, independiente, inalterable y vinculante. A través del bombardeo, publicidad, promociones, etc., lo que se pretende es que nuestro subconsciente compre la idea de pertenencia a un grupo y que esto está fuera de duda. Se apela a instintos primarios para no pasar por el raciocinio ya que este podría poner dudas, pegas o matices. Con la exaltación de los "valores universales" (ya he dicho que inexistentes en la primera parte de este escrito) se consiguen varias cosas:
- Pertenencia a grupo
- Falta de espíritu crítico al propio fundamento del estado
- Rechazo a quien se desmarca del grupo
- Visceralidad en la defensa de lo patrio (sea eso lo que sea)
- Distracción de lo realmente preocupante desde el punto de vista social (desaparecen los desahucios, paro, corrupción, etc.)
(Eso si no se produce un milagro y este artículo es leído por más de una decena de personas y alguna se anima a comentar, contradecirme o, incluso, compacederse de quien tenga que aguantarme a diario.)