Apreciado señor, es un decir claro, tras leer sus mensajes con sus opiniones respecto al maltrato a las mujeres y posterior rectificación(¿?), creo tener la libertad de mostrarle también mi opinión.
Cierto es que no todas las denuncias por maltrato interpuestas por mujeres contra sus parejas son ciertas. Ciegos seríamos si no recordáramos la picaresca al uso que permite a ciertas personas creer que el uso y abuso
de leyes y normas está al servicio de sus intereses y pretensiones. Eso es así, lamentablemente, en todos los estados del derecho y, también, en cualquier común situación de la vida.
Pero ciegos seríamos también si no viéramos una lacra en la sociedad. Una lacra que impone un modelo social en el que el más (físicamente) fuerte se cree legitimado para pisotear al más débil (o al que por una educación errónea u otros motivos se deja). Este sería uno de aquellos
momentos en los que Tagore nos diría que cuidáramos de no ver el bosque por culpa de los árboles.
Señor Cantó, nos encontramos en el momento adecuado para terminar con educaciones trasnochadas, con violencias que suplen la razón y el respeto y erradicar prejuicios que no son más que lemas desgastados de épocas poco gloriosas.
Estos
prejuicios deben erradicarse, aún a costa de proclamar derechos y discriminaciones positivas que, cierto, no dejan de ser discriminaciones injustas para el varón. Sabemos que las cuotas no benefician a la excelencia ni, quizá, a la competitividad. No premian el esfuerzo, sinó, puede, el azar de nacer con unos atributos entre las piernas en lugar
de otros. Pero es el precio a pagar. Es el precio que gustosamente pagamos para que no sea extraño ver a una mujer capitaneando una empresa; o un alcaldía; o un partido político.
Aunque realmente creo que es suficientemente consciente de lo que ha dicho. No soy muy dado a seguir sus intervenciones, pero sí recuerdo una reciente. En dicha intervención defendía la tesis de que los animales carecían de derechos, en especial al respeto y a la vida. Señor Cantó, usted nunca tuvo mascota está claro. Lo que sí me queda claro es su concepción medievalista de la realidad: las mujeres, como los animales, no merecen respeto ni consideración (según desprendo de sus palabras, claro) puesto que carecen de alma, teniendo por ello que estar supeditados al varón (¿blanco y cristiano?). Lo que no alcanzo a comprender es que si esa es ciertamente su visión del mundo, ¿cómo consiente militar en un partido político liderado y fundado por una mujer? ¿Cómo se siente al deber su (espero que fugaz) carrera política a una mujer?
Lo siento señor Cantó, mi respeto, que alguna vez lo tuvo, lo ha ido perdiendo a pulso.
Atentamente (y para que vea que no me escondo),
Joan Vilà.