viernes, 24 de mayo de 2013

Kakapo o kakapú

Kakapo

El kakapo, o kakapú, es un loro muy curioso. Su nombre significa "loro nocturno" en maorí y vive en Nueva Zelanda, mide unos sesenta centímetros y pesa entre 3 y cuatro kilos, además no puede volar (de si habla o no, no tenemos datos). Pero la mayor característica del kakapo es su extrema adaptación al entorno. Está tan adaptado que está a punto de extinguirse.


El lorito en cuestión llegó a Nueva Zelanda en tiempos prehistóricos con otra lozanía y, como todos los demás, capaz de volar. Un clima más frío y la ausencia de depredadores de cuatro patas propició su engorde y la pérdida de capacidad de volar. De hecho el único depredador natural del lorito era el águila de Haast. La defensa ante tal enorme, y extinto, depredador era muy sencilla: quedarse quieto. El problema vino, como con todo, con la llegada del hombre blanco. Con él llegaron los perros, armiños, gatos y otros animalejos ávidos de caza que dieron cuenta de las numerosas poblaciones de loros regordetes e indefensos.

Además el bichejo tiene un sistema para reproducirse un tanto peculiar. Las hembras son fértiles a los once años (viven hasta sesenta) y ponen unos ocho huevos cada dos o tres años de los cuales no todos son fértiles. Añadida dificultad es el sistema de cortejo usado. Es un sistema conocido como lek, esto es, todos los kakapos se desplazan desde los bosques donde viven hasta lo alto de las montañas donde los machos participan en una gran melé dándose de tortas para dilucidar quién posee los genes más valiosos.

Dicho esto sólo queda añadir que el kakapu está en proceso de protección desde 1890 pero que aún y así quedan sólo entre 124 y 131 ejemplares en todo el mundo. Llegándose a la fecundación artificial, algo inaudito entre pájaros aves. Por lo tanto, y dando la razón al gobierno, la especialización no es buena, la versatilidad significa la supervivencia. Gran noticia para la patronal.

martes, 14 de mayo de 2013

Alan Smithee

Cartel
Pocos autores son tan prolíficos y con tanta diversidad de ocupaciones como Alan Smithee. El señor Smithee, también conocido como Adam, Allen Smithee o Alan Smythee, aparece firmando en más de 76 ocasiones como director de películas, episodios de series de televisión e incluso videoclips. Smithee también tiene el honor de firmar guiones, 17 ocasiones, y bandas sonoras, 6 películas, amén de ser productor, ingeniero de sonido, arte, efectos especiales, cámara... ¡incluso ha dirigido porno! Y lo ha hecho ininterrumpidamente desde 1968 (oficialmente) hasta casi nuestros días.

Pero, ¿quien es el tal Alan Smithee? Pues nadie y todos en realidad. Corría 1967 y Robert Totten se encontraba rodando La ciudad sin ley, película protagonizada por Richard Widmark. Pues bien, cuenta la leyenda que el actor, descontento con el trabajo del director presionó a los estudios para sustituirlo por Don Siegel. Al finalizar el rodaje Siegel se negó a firmar la película mientras que Widmark se opuso a que Totten apareciera en los créditos. Tuvo que tomar cartas en el asunto la Asociación de Directores de América, la DGA. Llegaron a una solución de compromiso, la película sería firmada por un seudónimo: Al Smith. Pero el nombre tuvo que ser modificado ya que un director real se llamaba precisamente así. Otra versión cuenta que Alan Smithee es un anagrama de The Alias Men.
Alan Smithee
Sucedió entonces que La ciudad sin ley no se estrenó hasta 1969 y en el ínterin hubo otra película, El cowboy de hierro, que se apropió del nombre del, hasta entonces, desconocido director. A partir de ese momento cada vez que un director no quería firmar la película solicitaba a la DGA un Allan Smithee. Por norma general solía ser cuando un productor metía demasiada mano en la sala de montaje para descontento del director. Un caso más que famoso es el ocurrido con American History X. En dicha película el director, Tony Kaye, se quejó amargamente, y públicamente, de las injerencias de Edward Norton en la post-producción del filme. El hecho de hacer públicos los motivos de la petición de un Smithee la DGA denegó la posibilidad de un pseudónimo.Era 1999, el nombre encaraba ya su recta final. Actualmente la DGA usa el nombre Thomas Lee.

Algunas películas dirigidas por Alan Smithee:
Episodios de TV:
Por norma general, y salvo contadas ocasiones, la etiqueta Alan Smithee nos presenta un producto de escasa calidad cuando no completamente infumable.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Cualquier tiempo pasado no fue mejor

franquismo
Hace unos días, escuchando la radio, oí a alguien quejarse de lo poco representado que se veía por la casta política actual. El caballero en cuestión se lamentaba de la cantidad de "supuestos" casos de corrupción que nos rodean y de, a su parecer, escaso valor democrático de los gobernantes actuales. Entre otras cosas mostraba su indignación por el poco interés que mostraban los políticos ante los problemas reales de la gente y de la excesiva preocupación por medrar y mantener la poltrona. Reflexionaba, y ahí estaba su error, que como no funcionaba correctamente el estado constitucional había que volver a un estadio anterior.

Es un error frecuente entre mucha gente el pensar que el franquismo era una época plácida en la que lo que estaba atado y bien atado no era sólo el futuro político del país si no también el modelo social y económico.


Se parte del hecho que, al contrario de lo que ocurre hoy, las noticias no mostraban casos de violencia doméstica, tráfico de drogas, robos o política fraudulenta. Pero ocurrían. La censura informativa no se circunscribía sólo a las noticias referentes al régimen (curioso epíteto).


No se debería olvidar de que hablamos de una dictadura con todas sus implicaciones. No sólo se merma la libertad de información solamente, desaparece también la libertad política, sindical y social. Se pierden los derechos fundamentales, educación, reunión, religión (o la falta de ella). La presunción de inocencia desaparece y la burocracia legal sirve para que los escalones más altos de la jerarquía política se salten el propio sistema legal.


Vamos a ir por partes: el sistema actual es una democracia, coja y tuerta, pero democracia. El valor intrínseco de ella es que si el electorado está suficientemente informado y concienciado, la clase dirigente política no tiene oportunidad de perpetuarse. Se establecen mecanismos transparentes para garantizar que no se meta mano en las cajas públicas, no se trafique con influencias y se permita al ciudadano opinar y decidir sobre lo que le interesa. El problema, claro está, es que el valor intrínseco de la democracia no está garantizado en el sistema actual. En anteriores post se ha mencionado ya cuales son los mayores fallos de nuestras instituciones (incluida la corona) y de cómo la justicia no es un dechado de transparencia si no de manipulación. No repetiremos lo allí indicado, sólo apuntaré que uno de los mayores valores determinantes para que una democracia madure no se está prodigando y me refiero, naturalmente, a la participación ciudadana.

Alguien estaría tentado de apuntar que son muchos los movimientos sociales que existen hoy en día y que mucha y muy importante es su labor. Cierto, moviemientos como 15-M, PAH o la plataforma Stopdesahucios realizan una importante doble misión, por un lado vertebrar un movimiento social transversal y por otro sacudir al stablishment político. Pero no bastan. No bastan porque nuestra clase política (salvo contadas excepciones) se muestra refractaria a toda propuesta social que no provenga de su estamento o, peor aún, de su mismo partido.

Y ¿cuál es la solución? se puede preguntar alguien. Pues a la modesta opinión del que esto escribe, la solución pasa por una reforma integral del sistema político actual (Europa incluida). Habría que instalar un sistema capaz de integrar políticas realmente democráticas que sirvan para educar, y usar, a una población falta de tradición realmente democrática. Se necesitarían políticos con auténtica voluntad de servicio capaces de sobreponerse a las necesidades veleidosas de su red clientelar. Si eso debe hacerse desde dentro del sistema o rompiendo el juego y jugando, temporalmente, con otras reglas menos democráticas.