Hoy es 24 de diciembre. ¿Y qué? Pues nada, sólo que medio mundo se encuentra inmerso ya en una celebración llamada Navidad. En la Navidad se celebra el presunto nacimiento de Jesús de Nazaret, la estrella indiscutible del cristianismo.
Hay cierta controversia con la existencia histórica de dicha figura, no por su existencia en sí, sino por el grado de veracidad histórica en su principal biografía, la Biblia. El primer escollo es acordar si existió un único Jesús o fueron varios, esto es hubo una persona a la que atribuir todas las genialidades, enseñanzas y milagros, o, por el contrario, el Jesús bíblico es una amalgama de diversas figuras históricas creada con evidentes fines educativos. La primera pista quizá provenga de su nombre Yeshúa que en arameo, la lengua de la palestina del s.I, viene a significar Yahvéh es salvación, otras fuentes indicarían que la traducción correcta es Hijo de Yahvéh, tal nombre sería coherente con su trayectoria posterior y demasiada casualidad premonitoria en el caso de ser una figura verídica con una historia real.
Algunos autores defienden la teoría de la amalgama (o de la no existencia directamente) por ciertos escritos contemporáneos que nos hablan de Simón el Mago. Este Simón, que algunos identifican con Pablo de Tarso, es citado en la biblia como competidor de Jesús y comprador de prebendas; pero otras tradiciones hablan de un Simón capaz de los mayores trucos de magia, incluyendo caminar sobre las aguas, sanar enfermos o incluso resucitar muertos situándolo como un alter ego de Jesús.
Para acabar de fastidiar la tradición hablaremos de la fecha, 25 de diciembre. De entrada podríamos decir que parece raro iniciar un calendario al final del año, es decir, si el calendario que mantenemos se inicia con su nacimiento, ¿por qué empezarlo seis días antes del final del año? ¿No habría sido más lógico situar la natividad del redentor al principio y así aunar el nacimiento de la era cristiana con su creador? Pues la cosa tiene truco. Revisando los evangelios, oficiales y apócrifos, los teólogos confirman que el Jesús histórico debió nacer en Primavera o verano, pero no del año primero, sino de un caluroso día indeterminado entre el año siete y el cuatro antes de su propia era. El origen del error en el año se da en el s.VI con la corrección al calendario juliano realizada por Dionisio el exiguo. Esta corrección simplemente debía indicar el año del nacimiento de Cristo según el calendario romano (calculando el 754 ab urbe conditas, es decir, desde la fundación de Roma). Pero Dionisio cometió un error al confundir, aparentemente, los reinados de Herodes Antipas con Herodes el Grande situando el nacimiento entre cuatro y siete años más tarde de lo correcto.
Bien, una vez explicado todo esto y sin pretender jorobar la navidad a todo quisque terminaremos la entrada y que cada uno extraiga sus conclusiones (aunque no hayamos mencionado las tan traídas y llevadas similitudes de la vida de Jesús con Horus, Mitra, Atis, Krishna, Dionisos o, incluso, Siddharta Gautamá Buddha. No me tengáis en cuenta el tendencionismo imperante y...
Sí, sí vale, pero ¿qué pasa con el 25 de diciembre?
Pues muy buena pregunta. El 25 de diciembre había dos importantes celebraciones en la antigua Roma: Sol invictus y el día de Mitra. ¿Y esto que es? Pues por un lado tenemos a Mitra, una deidad de origen persa que se estableció sobre el 62aC en el mundo romano y compitió con el cristianismo por la hegemonía hasta el s.IV. El día de Mitra, identificado como dios solar, se celebraba el 25 de diciembre al igual que el culmen de las Saturnalia, fiestas en honor a Saturno que conmemoraba en el citado día 25 el día en el que el sol empieza a ascender por la eclíptica tras el solsticio de invierno, en el hemisferio norte, claro.Todo esto es muy raro, ¿lo puedes explicar?
Sí claro, es muy fácil. El sol a lo largo del año se eleva a diferentes alturas sobre el horizonte. El punto más alto en el mediodía se encuentra durante el solsticio de verano y el más bajo en el solsticio de invierno. El día 25 de diciembre y tras tres días el sol empieza de nuevo su ascenso. También ese día el día empieza a ser más largo y la noche más corta, así hasta el equinoccio de primavera, en el que día y noche tienen igual duración, cuando se celebra la victoria final del sol cuando ya el día es más largo (aquí se circunscribieron inicialmente festividades que luego derivaron en la semana santa).O sea que de estrellas, reyes magos y pesebre ni hablamos, ¿no?
Podemos hablar, claro, y explicar cosas interesantes. La imaginería actual de belenes y pesebres se debe a San Francisco de Asís en el s.XIII, los evangelios no dicen nada, se limitan a remarcar el origen humilde del redentor. En cuanto a las estrellas y los reyes magos... Mucho se ha hablado de la estrella que guió a los reyes magos, que si el cometa Halley, una supernova... pero ciertos autores remarcan un hecho objetivo y medible aún en la actualidad por cualquiera. En el solsticio de invierno las tres estrellas que forman el cinturón de Orión se alinean con Sirio, la estrella más brillante del firmamento, señalando, en línea recta, el punto por el que sale el sol el mismo día 25 de diciembre.Bien, una vez explicado todo esto y sin pretender jorobar la navidad a todo quisque terminaremos la entrada y que cada uno extraiga sus conclusiones (aunque no hayamos mencionado las tan traídas y llevadas similitudes de la vida de Jesús con Horus, Mitra, Atis, Krishna, Dionisos o, incluso, Siddharta Gautamá Buddha. No me tengáis en cuenta el tendencionismo imperante y...
¡¡Feliz Navidad!!