miércoles, 10 de mayo de 2017

¿Y ahora dónde milito?

Unidad Popular ha muerto, larga vida a la Unidad Popular.

Este pasado lunes uno de mayo Unidad Popular ha anunciado que se disuelve. No es extraño y no sorprende a nadie, en los últimos meses había perdido fuelle, si no toda capacidad de respiración.

logo UPPor un lado encontrábamos que después de un período electoral la actividad militante suele disminuir. Se acusa el esfuerzo y se tiende a dejar la gobernanza en manos de quien esté en el órgano tal o la sectorial cual. Hay cierta conciencia de tropa que hace que determinadas personas estén cuando creen que son requeridas pero que no tienen la más mínima intención de ser motor, y eso en organizaciones extremadamente horizontales que dependen mucho de las asambleas para legitimarse es mortal de necesidad. Y por el otro debemos sumar la terrible decepción de las elecciones del veinte de diciembre de 2015 y la campaña de la siguiente convocatoria que no fue capaz de ilusionar a nadie para entender la total desactivación y cansancio de la mayoría.

La campaña del 26J se vivió como un trámite y casi como un mal trago. No se había superado la rivalidad generada unos pocos meses antes entre la propia Unidad Popular y la candidatura de Podemos y no se había trabajado la pertenencia a un espacio común. De esta manera fuimos a las elecciones sabiendo que Podemos había pactado con Izquierda Unida en lo que solíamos llamar por arriba y que Unidad Popular era poco más que una comparsa que daba lustre a tal coalición. No voy a analizar aquí este acuerdo, ni la campaña, fría, que se vivió. Baste decir que ya no se respiraba ilusión, que el aire era de resignación y que en todos los corrillos se hablaba del más que equivocado enfoque dual de la misma. En otro momento quizá desarrolle todas las sensaciones que viví en esas semanas, pero no ahora.

Ahora tampoco pienso dar un repaso a la historia de Unidad Popular, a todos los tropiezos y zancadillas, a la generosidad y egoísmo que la nutrieron y envenenaron. Quizá, también, algún día me permita en poner negro sobre blanco (o al revés según el código de colores de este blog...) de dónde surgió Ahora en común, qué la mató y qué dio al traste con la unidad de la Unidad Popular.

No, será otro día en el que decida remover ciénagas y conciencias y me permita sacudirme todo el polvo del camino acumulado en dos años de trabajo y decepciones. Pero también que señale qué puntales nos permitieron recorrer el camino y quienes obraron con transparencia e ilusión en un proyecto que hicieron suyo sin renunciar a mochilas, etiquetas ni identidades.

Hoy sólo pienso certificar el fin de un proyecto y tratar de dar respuesta a la gran pregunta: ¿Y ahora qué? ¿Qué queda después de disolver un proyecto? ¿Qué queda tras cerrar una puerta que sabes que no se volverá a abrir?

Desgraciadamente tengo experiencia en ello. Hace algo más de un año era a Piratas de Aragón a quien enterraba. Tengo que confesar que pese a la sensación de fracaso (fracaso por no haber sido capaz de dar forma y tamaño a un gran proyecto) se me hizo más llevadero por tener entre manos otro proyecto mayor. Un proyecto que bien podía pasar por ser heredero de la piratería pero, esta vez sí, con mucha gente, mucha gente empujando y mucha gente comprometida. Ahora en cambio la sensación de vacío es patente. Existe el mismo fracaso, tampoco esta vez he podido aportar lo necesario para que el proyecto creciera y se consolidara y tampoco esta vez he podido cristalizar anhelos y deseos. Y a diferencia del entierro anterior ahora no hay sustituto, no hay proyecto a la vista que mantenga la ilusión y que prometa resultados que cambien la política del día a día para construir un futuro mejor.

Bien podría dejarme convencer por determinadas voces y militar en alguna de las fuerzas políticas con las que he tenido el gusto de trabajar, mejor dicho, fuerzas en las que militan personas con las que he tenido el privilegio de trabajar. La parte más positiva que me llevo del esfuerzo de los dos últimos años es el haber podido conocer a gente extraordinaria y capaz, gente con las ideas claras, tenaz y comprometida, gente de la que he aprendido mucho y a la que espero volver a encontrarme en un futuro cercano. No negaré que algunas de estas personas me han invitado a unirme a su proyecto político, invitaciones que por el momento he declinado. ¿Por qué? Por dos razones principalmente.

La primera razón es una razón pragmática; si ahora alguien como yo entrara en una organización con sus propias inercias y su propia identidad forjada a base de años de sumar individualidades en un proyecto común podría generar una onda de choque destinada a enrarecer lo que debiera ser sano. Me explico. Caí en las redes del movimiento pirata por convicción plena, me identifiqué con un movimiento que renunciaba a ser bandera de la verdad absoluta en favor de la democracia bien entendida, esto es explicada, participativa y auditada. Entre piratas aprendí, y me acostumbré, que todo es responsabilidad de todos y que el trabajo común es la base de la legitimidad, sin ella todo es fatuo. Los piratas saben, sabemos porque me sigo identificando como tal, que el proceso es quien da carta de legitimidad, si este es justo, abierto y está bien diseñado, lo que surja del mismo estará bien por naturaleza. Luego está lo colaborativo, entre piratas todo es así y las siglas van muy atrás, carecen de importancia por sí mismas, al igual que los nombres propios, quien habla lo hace en nombre del grupo y por decisión del grupo, diciendo sólo lo que el grupo ha acordado. En toda otra organización, por alta que sea la democracia interna que sostenga siempre habrá cierto tacticismo, siempre estará esa idea inicial a la que se supedita todo y la democracia será válida en tanto se encuentre dentro de los parámetros en los que mi ideología se encuentre. Naturalmente estoy simplificando mucho y seguro que alguien apuntará que su organización/partido no es así y que-lo-que-sea... Bien, vale, hay grados de apertura y posiblemente en todas se pueda hablar de todo (no en vano me refiero mayormente a partidos de izquierdas y cote progresista de verdad) pero estos partidos, su militancia serán comunistas/aragonesistas/socialdemócratas/palmeros-de-la-cúpula y luego demócratas, yo soy primero demócrata luego el resto, y el resto es ecléctico, progresista y complejo.

La otra razón es que prefiero cierta equidistancia política. No es que no quiera mojarme, pero me resisto a abandonar la idea de la unión de fuerzas, aún creo que es posible (y necesario) construir un espacio común pero para eso, para contribuir a engendrarlo, yo no puedo militar en el partido A o el partido B porque me haría parte y me sería más difícil establecer las redes de confianza entre partidos y fuerzas políticas. Ojo, que no digo que sea incompatible la militancia con trabajar para ese espacio común. Está demostrado que el compromiso con proyectos como Unidad Popular o Zaragoza en Común, etc., no están reñidos con llevar un carnet en el bolsillo, sólo hace falta voluntad. Pero sinceramente creo que son necesarias caras no adscritas como nexo de unión, que descarte de entrada (y sin necesidad de demostrar nada) la simple sospecha de partidismo. Alguien a quien apelar como parte del todo sin ser miembro de las partes. Igual peco de pretencioso al afirmar esto, al creer que puedo ser ese nexo de unión, pero creo que tampoco me equivoco si digo que ya me he encontrado en ese papel y que con fallos y aciertos he tratado de contribuir al espacio que nos hemos dado entre muchos. No me equivoco si digo que volvería a tratar de sentar en una mesa, en una sala, a la militancia de diversas organizaciones para tratar de lograr un acuerdo, un objetivo común y una metodología inclusiva por titánico que pueda parecer el esfuerzo.

Lo que está claro es que, como dice un buen amigo, me va el barro, me va la arena política y me va coger el toro por los cuernos (maldito símil taurino) y me va buscar la solución a cada problema, no me sirven manifestaciones ni concentraciones cada cierto tiempo, tengo que ser parte activa. También aclaro que las manifestaciones, las protestas y las concentraciones SÍ tienen su utilidad, pero esta debe cristalizar en lo institucional, si no de poco sirve. Creo en el debate y en la confrontación de ideas como métodos de acuerdo y ahí es donde me siento cómodo, donde creo que puedo aportar.

De momento pienso enfocar parte de mi tiempo en ver como destronar a Felipe el preparao y en laicizar un estado aconfesional, pero poco. Luego veremos hacia qué monte tiramos, porque está claro que en el sofá uno no puede quedarse.

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