jueves, 14 de agosto de 2014

El huevo o la gallina

(Artículo original publicado en el blog de Piratas de Aragón)

¿Democracia limitada?

Hoy estaba hablando con un compañero de partido de, entre otras cosas, el sexo de los ángeles e intrascendencias varias cuando, por aquello de la deformación, hemos caído en el tema de la democracia, los derechos humanos y las tres leyes pirata. Las tres leyes son un código de conducta para aquellos piratas que ocupen un puesto de representación en cualquier organismo, y para el que no las conozca rezan:
  1. Un pirata votará siempre a favor de los Derechos Humanos
  2. Un pirata votará siempre a favor del ideario excepto cuando esto entre en conflicto con la primera ley
  3. Un pirata votará siempre según haya decidido la asamblea excepto cuando esto entre en conflicto con la primera o la segunda ley
Dejando de lado que su redacción es fruto de la elucubración de un fan de Asimov, queda claro que pretenden ser, solamente, un resumen del ideario pirata estableciendo las prioridades que nos hemos dado. Y aquí está el tema interesante "las prioridades que nos hemos dado".

Parece evidente que tal y como se formulan ofrecen una visión clara e indiscutible de la ideología pirata y de su idiosincrasia pero ¿y si no es así? Tendemos a pensar que los sistemas simples son fáciles de justificar y comprender. Las escasas relaciones implícitas facilitan a quien los idea que la estructura sea perfectamente lógica e indiscutible. Aquí el caso está claro, los derechos humanos son primordiales y su defensa está más allá de toda duda, incluso podemos ampliarlo a derechos de los animales, etc., de hecho podríamos pensar que su defensa, a ultranza, es lo que nos define como seres humanos, y a ellos supeditamos el derecho al voto, la democracia, que es lo que nos hace civilizados en el sentido moderno del término.

¿Pero qué pasaría si por un casual nos diéramos cuenta de que el orden de las leyes está equivocado? Sin pretenderlo hemos simplificado ya la lista reduciendo los casos a dos: derechos humanos y democracia, sigamos con la simplificación a modo de ejemplo. Como ya he hecho notar antes se nos antoja natural preferir derechos humanos a democracia, pero si lo pensamos bien no hay motivo para que sea así, es un orden absolutamente arbitrario ya que no hay relación directa entre ambos aspectos que supedite uno al otro. Me explico.

Los derechos humanos se circunscribirían en una especie de instinto de supervivencia de la especie, con ellos se defiende la posición más débil o, si se prefiere, aquella más susceptible de ser ultrajada en cualquiera de los aspectos contemplados en la lista de derechos. Además tampoco podemos dejar de pensar que actualmente nos regimos por la Declaración de Derechos Humanos de la ONU de 1947 y que los derechos recogidos en ella podrían ser los que hay o podrían ser otros (como los contemplados en la declaración de derechos emergentes) constituyendo ya una arbitrariedad en sí mismos.

Por otro lado la democracia es una opción de organización social y política, por lo tanto ya no es natural per se, y tampoco hay cuestiones objetivas que nos digan que es el mejor sistema posible, el menos malo (como dijo Churchill) o uno más. Se antoja el mejor de los sistemas posibles porque: protege al ciudadano de déspotas incapaces y crueles y porque (de aplicarse bien) no permite que los intereses de unos pocos se impongan sobre las necesidades de la mayoría (y sí, otro día ya hablaremos de los lobbies que desmontan esta afirmación). Otro punto a su favor es que, también, protege al débil ante el poderoso y es el único punto en el que podemos establecer un paralelismo con la otra parte en liza.

Ahora imaginemos por un momento un sistema en el que los axiomas ideológicos estén al revés, es decir, primero lo votamos todo y luego defendemos los derechos humanos, siempre que no entren en conflicto con lo votado. Nos encontraríamos con la eventual situación de estar votando la muerte de un conciudadano, ¡o la nuestra propia! Parece irreal, ¿verdad? pero en realidad lo que estaríamos escenificando sería el derecho inalienable de votar, de decidirlo todo, por lo tanto defenderíamos la democracia en su esencia más pura debiendo, incluso el candidato a cadáver, aceptar el resultado de la votación "porque así lo ha decidido la mayoría".


Lo que quiero poner de relevancia, es que muchas de las ideas que mantenemos y defendemos no siguen una lógica natural si no que están contaminadas de nuestras opiniones y preferencias y, por lo tanto, debemos aceptar que por muy básica que sea la ideología pirata, por pocas que sean la líneas rojas que nos trazamos, estas no dejan de ser una decisión arbitraria con base en nuestra educación y creencias. Los piratas, más que nadie, debemos tener clara la no inmovilidad de los axiomas que nos definen y ser capaces de establecer sistemas dinámicos donde todo, incluso el ideario básico, esté en continuo debate y reflexión, porque señores, no hay nada escrito en piedra ni nada más pirata que la plasticidad y la capacidad de adaptación a formas de pensar, siempre, más evolucionadas.

domingo, 3 de agosto de 2014

Cuando el abuelo no pinta ya nada

Jordi Pujol
Ayer publicaba una entrada en la que daba cuenta, sin entrar mucho en detalle, sobre una de las que ha sido la noticia de la semana: el escándalo de lo defraudado por Jordi Pujol. Hoy quiero retomar el tema pero desde un punto de vista distinto e intentando, esta vez sí, ofrecer algo más que la simple constatación de hechos.

Cuando el pasado 25 de julio el entonces aún Molt Honorable Jordi Pujol i Soley reconocía en un artículo de un periódico que había ocultado una no muy pequeña fortuna de las garras del fisco durante más de treinta años las especulaciones no se hicieron esperar. Corrieron ríos de tinta intentando dilucidar qué motivos había detrás de tal confesión y de cuanto dinero estábamos hablando, dos especulaciones muy pertinentes y hasta legítimas si me preguntan, pero hubo otras que, aún siendo esperadas, están fuera de lo que la realidad y la lógica nos dicen.

¿Y por qué digo esto? Por los tiempos que corren y el momento en el que se hace dicha confesión, a sólo unos días del esperado encuentro en Moncloa entre Mariano Rajoy y Artur Mas en el que, supuestamente se iba a hablar del desafío soberanista en forma de referéndum que el segundo propone y el primero no desea.

De este encuentro poca gente espera nada en absoluto más que los titulares de rigor. Es bien sabido que Rajoy destaca por la inacción y el enrocamiento, con lo que cualquier negociación es harto difícil, y Mas está en una situación en la que no puede desdecirse del desafío sin descalabrarse políticamente en todos los frentes, por lo que estamos ante un mero trámite de cara a las respectivas galerías. Aún así no deja de sorprender la "confesión" ya que estorba la estética del proceso y lo contamina aunque sin razón.

Como era de esperar los medios de comunicación proclives al no independentismo y los partidos políticos de tendencia unionista usaron la situación para embrutecer el proceso abierto. Lo primero que oímos de estos medios fue que el independentismo estaba tocado de muerte, que con lo de Pujol se invalidan todos los argumentos a favor de un secesionismo. Ambos argumentos, entre otros, son falaces y faltos de realismo.

De entrada no niego ni por un momento la condición de símbolo catalán al señor Pujol, pero otra cosa es arrobarle con el peso del independentismo completo por dos sencillas razones:
  1. Hasta hace muy poco tiempo Jordi Pujol no era independentista
  2. El independentismo es muy anterior a Jordi Pujol y siempre ha existido al margen de la persona y del símbolo que se le atribuye
Lo primero está claro, hasta hace poco recordábamos a Pujol diciendo eso del "Ara no toca" cada vez que un medio o un partido le preguntaba por el nacionalismo. La política pujoliana se mantenía en un equilibrio entre el regionalismo de sus socios de federación y el tímido independentismo de algún sector de Convergència Democràtica de Catalunya exhibiendo un pragmatismo medido destinado a desactivar extremos dejándolos en la recámara como aviso a navegantes.

Por otro lado CiU no se ha definido como soberanista hasta, también, hace muy poco haciendo difícil entender que todo el futuro nacionalista pase por esta formación. Por ende la situación política de uno de sus exintegrantes no se antoja, a priori demasiado determinante. Y cabe dejar esto muy claro, el independentismo ya no obedece a siglas concretas, en realidad nunca lo ha hecho, es un sentimiento ciudadano muy extendido por multitud de razones y con una infinidad de expresiones, y esto en Catalunya, por lo general, es algo que se entiende muy bien: no hay líderes políticos ni de otro tipo que sean puntales del independentismo catalán del siglo XXI, y digo en general porque Alicia Sánchez-Camacho, Albert Ribera y los acólitos de ambos aún no lo han entendido.

Desde fuera de Catalunya el independentismo goza de una prensa, en el mejor de los casos, sesgada, muy influenciada por los sectores contrarios a ella, por eso es fácil caer en los estereotipos y personalizaciones. Los motivos de cada uno para hacerse independentista son diversos, pero no suelen pecar de falacia ad hominem por lo que las dificultades del señor Pujol no se tienen que traducir en dicultades sobre el proceso por mucho que desde algunos sectores se repita. Por ello y mal que le pese a los que hoy gritan contra un sospechoso de corrupción y evasor declarado el nacionalismo catalán seguirá su marcha como hasta ahora, a su ritmo y con sus propios argumentos.

sábado, 2 de agosto de 2014

Cuando papá ya no es un héroe

Jordi Pujol
Hace ya más de una semana de la confesión de Jordi Pujol y parece que el mundo no se ha acabado, al menos de momento...

Pertenezco a una generación de catalanes para los que en su infancia el mundo era estático. Felipe González era el presidente del gobierno desde siempre, Núñez hacía lo propio en el Barça que se mantenía como orgulloso segundón detrás de la quinta del Buitre, el entrenador era Terry Venables y los jugadores lucían un bigote que los hacía parecer hombres hechos y derechos. La camiseta roja de Audie Norris debajo de la oficial del Barça de baloncesto y los dibujos a las 15:30, después del telediario, eran otros signos, junto a Rosa María Mateo en Informe Semanal y Mayra en el Un, dos, tres de una realidad cómoda en la que era fácil orientarse entre la información, poca, que nos rodeaba. Todo tenía su sitio. Y no había otro signo mayor de estabilidad que el Molt Honorable Jordi Pujol i Soley, el presidente de todos los catalanes desde el principio de los tiempos y hasta el fin de los días.

Parece claro que el estar veintitrés años al frente de un gobierno es motivo suficiente para institucionalizar a alguien, parecería extraño ganar seis contiendas electorales (evidentemente de forma más o menos limpia) y no ser alguien especial. Creo que nadie puede negar el hecho de que Pujol fue un presidente de talla muy importante, y no puedo ni quiero justificar sus actuaciones, el pujolismo y yo hemos estado muchas veces en antípodas ideológicas, pero siempre hubo un saber estar y una dignidad política que transciende las diferencias ideológicas.

El problema, como siempre, parecían ser los sucesores (y para algunos la cónyuge necesaria), que tu padre sea el Jordi Pujol presidente, a quien todos alaban y que desde que puedes recordar está en lo más alto de la política es algo que deja huella. Y la huella que deja es mala si nadie se ocupa de inculcar un mínimo de humildad o del realismo necesario para entender que quien está donde está es porque se lo ha ganado y tu cometido es hacer tu propio camino. Como a tantas sagas parecía que el entorno de Pujol era el tóxico, que a él nada se le podía reprochar, al menos legalmente. Pero ha resultado que no, que los vástagos crecían torcidos porque la sensación de impunidad era heredada. Hubo un aviso, el caso Banca Catalana, que explotó con un ya presidente Jordi Pujol acusado de, entre otras menudencias, apropiación indebida. Una gran mayoría de CiU en el Parlament en ese momento (mayoría absoluta durante el juicio) consiguió confundir la realidad y la sensación de una campaña contra Pujol era general, recordemos que ya en los primeros tiempos de la democracia y luejo, ya en su primera legislatura, Pujol era considerado un símbolo que representaba a Catalunya en todos sus aspectos.

Pero ha resultado que el abuelo entrañable en que ahora se había convertido, ha salido rana. Es rana no porque oculte a un príncipe en su interior si no porque escondía dinero, no sabemos cuanto pero mucho, y no pagó esos impuestos que tanto defendió se quedaran en Catalunya. Alguien podría pensar que lo hizo para no proporcionar dividendos a esa España que tanto expolia, pero la realidad es mucho más prosaica. Pujol no declaró el dinero simplemente porque no quería pagar impuestos y, quizá, le hubiera costado justificar su origen. Por cierto ¿saben quien tiene también una considerable fortuna en Suiza gracias a la herencia paterna recibida? Exacto, solía llevar corona y romperse huesos en Baqueira todos los años porque era muy campechano, pero claro en este caso decirlo es tirar mierda sobre una institución que bla, bla, bla...

Y aquí nos encontramos hoy, con un Pujol confesado e investigado. ¿Y por qué ahora? Buena pregunta sin respuesta clara. Los hechos: Pujol admite una fortuna no declarada en el extranjero dos días antes de que se celebre una importantísima reunión entre Mas y Rajoy tras negarlo rotundamente en multitud de ocasiones. Hipótesis:
  • Pujol quiere boicotear el encuentro Mas-Rajoy. Difícil de creer, en una maniobra política de distracción se sacrificaría, caso de realizarse, a un mindundi del montón, a un peón, nunca a un símbolo. Y aunque es famoso su "ara no toca" también lo es su ideología nacionalista.
  • Pujol confiesa antes de que la fiscalía haga el anuncio por su cuenta. Poco probable, ya hemos comentado que políticamente el momento es delicado y este movimiento suele hacerse siempre en el último momento y por el momento no ha habido novedades suficientes como para justificarlo.
  • Se anuncia antes de sea pública y se controlan los tiempos. Así la atención sobre tan magno incidente quedaría difusa por algo mayor que ayudaría a diluir la atención mediática y la justa ira pública se divide entre culpar a Pujol y una actualidad trufada de defraudadores y conflictos políticos nada baladíes.
Personalmente creo que sí hay alguna razón del #porquéahora? aunque ésta no sea clara y pocos la sepan a ciencia cierta. Pero lo que sí está claro es que es algo que ni puede ni debe empañar el proceso soberanista ya que este no depende de la integridad de una persona si no de la voluntad de todo un pueblo que desea expresarse libremente aunque el President por antonomasia haya resultado un Bárcenas cualquiera.

Eso sí, que la justicia actúe hasta el final caiga quien caiga.