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domingo, 10 de septiembre de 2017

Del 11-S al 1-O

Banderas en una manifestación
Este año, otra vez por lo que parece, la Diada estará marcada como trascendente, este año, más que otros, el número de participantes será un indicativo bastante fiable del camino que se seguirá en las siguientes tres semanas. Ahora mismo el pulso que mantienen las fuerzas independentistas catalanas y el gobierno del PP ha cruzado el Rubicón, ha chapoteado como nunca y tras quemar puentes y naves ha salido corriendo rumbo a una Roma que teme arder sin Nerón mediante.

Es importante tratar de abstraerse de la crispación reinante, sólo así seremos capaces de entender lo importante y lo trascendente de la situación. Nos encontramos ante un desafío de tamaño mayúsculo al que nadie, ni propios ni extraños, pensamos que se pudiera llegar, y no es poca cosa quien ha llegado a ello es el partido, rebautizado, que formaba parte principal de una coalición acusada de cobro de comisiones. El sentir general era que, llegado el caso, un pacto de Moncloa cerrara el proceso y echara cerrojo al caso del 3%. Puede que haya sido por el empuje de ERC y por la determinación de las CUP, pero al final ha pasado y el Rubicón queda atrás, como un recuerdo vago de un pudo ser y no fue.

Sabemos que CiU era una coalición corrupta; sabemos que el proceso no dará automáticamente solución a los problemas sociales y económicos de catalanes y ajenos; sabemos que probablemente la Unión Europea y otros organismos darán guerra para no reconocer a un nuevo estado, probablemente porque España lo impedirá; sabemos que la situación es irregular y que las garantías son limitadas, pero también sabemos que el proceso ha sido todo lo que podía ser por las trabas sufridas.

Aprobación de la ley de referéndumEstos días muchas voces autorizadas han estado diciendo que están de acuerdo con el derecho a decidir pero así no, que un referéndum tiene que tener garantías, que se tiene que tratar de pactar el referéndum, que tiene que haber una campaña en la que se defiendan las dos opciones. Y es cierto. Es cierto que ése es el escenario ideal, pero no ha sido posible. El gobierno del PP, como antes lo hizo el del PSOE, se niegan a acordar una consulta, ni vinculante ni no. Solamente pactaron migajas con Pujol para que el ruido no llegara a ser murmullo. Sí, ese Pujol ahora condenado al ostracismo y, oh sorpresa, nada querido ya en Catalunya salvo por Mas, otro que sabemos que no es un santo ni el héroe que pretende ser. Tampoco es el artífice de nada, lo sabemos, la cosa venía de antes.

Se lleva años tratando de pactar un referéndum, de consultar a la ciudadanía pero no es posible, no hay nadie escuchando. Y cuando por fin tratas de consultar a la gente, toda, incluso la que está en contra, sobre si es conveniente asaltar el palacio de invierno, te sale toda la caterva revolucionaria diciendo que no hay garantías. Para mear y no echar gota.

Pero vamos al meollo: ¿es democrático votar? Un primer vistazo nos debería decir que sí lo es, votar siempre lo es. ¿Votar que te vamos a matar también? Vaya salió el argumento absurdo, no, eso no está bien porque se vota el daño a una persona saltando por encima de los derechos humanos y no hay interés general en ello (o no debiera). Pero la ley dice que es ilegal votar. No del todo, el gobierno tiene la potestad de organizar los referéndum que sean precisos y de ceder esta potestad a otra administración en caso necesario, por lo tanto el referéndum independentista puede ser legal si hay voluntad para ello. Ya, pero tendríamos que votar todos los españoles. Buenos, vayamos por partes que dijo aquel; la constitución dice que la soberanía recae en el pueblo español, podemos inferir que en todo, y también dice que el ejército es el garante de la integridad territorial, pero no dice que los cambios legalizados sobre la extensión del territorio o si el pueblo español, de sopetón pierde siete millones de habitantes pierda la soberanía, por lo que las interpretaciones en realidad son políticas. Por otro lado es un argumento extraño puesto que su principio básico es que como afecta a la ordenación del estado pues tiene que votar todo el estado, pero olvidamos que para el Brexit no pedimos el voto porque iba a afectar a la unión europea, a su vez Inglaterra y Gales no pidieron votar en el caso escocés como tampoco lo hizo el resto de Canadá cuando Quebec hizo lo propio. Ejemplos hay más, pero siempre aparece el mismo patrón, la subsidiariedad: ¿Tú quieres irte? Tú votas. Sin más y el resto apechuga porque la decisión es legítima y no vas a obligar a quedarse a quien no quiere estar, eso tiene un nombre que no es democracia ni concordia.

Por otro lado hablamos del derecho a decidir y como tal derecho puede ejercerse o no y el ejercicio no presupone resultado. Antes he citado a Quebec y Escocia, han ejercido el derecho a decidir, ha salido que no y aquí paz y después gloria, sin acritud, democráticamente. Caso distinto al de Sudán del Sur que consiguió su independencia en las urnas pero sólo después de una guerra civil. La cuestión es que en un régimen democrático no debería ser traumático plantear la secesión (como muchas otras cosas) y poder debatir en tranquilidad, pero aquí triunfa un cerrojo a no debatir hijo a partes iguales de la cerrazón nacional-franquista que, pese a quien pese, adoctrinó de forma eficiente a tres generaciones con lo que ello conlleva, y de un pusilanismo que prefiere mantener el statu quo porque no puede imaginar un futuro distinto. Y que me perdonen los que están de acuerdo con el derecho a decidir pero votarían no por las razones que sea, esto no va con ellos porque, y aquí lo no novedoso pero que pocos recuerdan, en el referéndum y su ley está previsto el No. Está previsto que se pueda votar, que se haga campaña a su favor y que, caso de salir, sea vinculante igual, por lo tanto de referéndum antidemocrático nada de nada. Y aquí si meto a quien defiende el derecho a decidir pero votaría no, se encuentran dentro del juego democrático, no les asustan las reglas del juego ni los posibles resultados y tienen toda la legitimidad de argumentación.


Papeleta de voto
Esta legitimidad de argumentar la pierden, no obstante quienes niegan la posibilidad del referéndum porque no aceptan la posibilidad del sí. Los que niegan el derecho porque ya han elegido su opción y el resto no puede opinar, se ha blindado la legalidad y nadie la mueve un ápice porque no va con ellos. Aquí sí, Soraya, aquí sí puedes hablar de atentado contra la democracia, aquí sí que Coscubiela tiene razón, una parte no permite expresarse a la mayoría porque, repito, en este Referéndum puedes votar NO, tranquilamente, sin acritud, sin presiones y sin justificaciones, lo cual SÍ es democrático. (Perdonad las negritas, son muchas repeticiones ya.)

Lo que no se le ha pasado a ningún unionista por la cabeza, quizá porque la idea de elegir independencia o no les da urticaria, es que si se vota y gana el no han cerrado el tema, no se hablará en una temporada, se habrán clarificado las mayorías y se habrá visto que es una quimera y no puede ser. Y si gana el sí igual, se habrá acabado el tema, se iniciará la desconexión y a seguir como buenos vecinos, algo así como las relaciones hispano-mejicanas-cubanas-ecuatorianas-argentinas, incluso filipinas y, bueno, no, venezolanas igual no tanto... Porque imaginemos por un momento que se vota, que una gran mayoría quiere independizarse y los tanques en la calle dicen que no, que todos a sus casas y Rajoy y Montoro en la de todos. ¿Alguien se ha parado a pensar cómo será gobernar así? El venceréis pero no convenceréis aquí tampoco parece que vaya a funcionar y la estrategia del caracol (escondido) de Rajoy tampoco funciona, no se olvidará nada, nadie lo dejará estar y todo el mundo creerá tener la mayoría con lo que la crispación seguirá.

Y ya para terminar, sí, soy un catalán de mierda, un indepre, un separrata, un hijo de puta, un comunista-rojo-de-mierda, escoria, comeniños, gilipollas, mierdas, cero a la izquierda, renegado, traidor, carne de presidio, merezco que me fusilen junto a todos mis antepasados, insolidario, antidemócrata, podemita, libertino, tergiversador, traidor, imbécil, iluso, soplagaitas, asqueroso, rompepatrias, español-aunque-no-me-guste, hijo de mil ratas sifilíticas y tantos y tantos epítetos simpáticos. Lo adelanto para ahorrar tiempo y recursos a Twitter y demás redes, así nadie pierde el tiempo insultándome.

Feliç Diada!!

miércoles, 28 de junio de 2017

El nacionalismo malo y el otro

He sido reacio a titular esta entrada como El nacionalismo malo y el bueno primero por mantener cierta intriga sobre que es el otro pero sobre todo porque hay una cierta tendencia generalizada a considerar el nacionalismo como algo negativo y malo por necesidad, sin características positivas. Claro está que esta negativización proviene de los sectores que se consideran no nacionalistas, internacionalistas o simplemente reniegan de una identificación atávica con un territorio, cultura o lengua.

¿Y qué es el nacionalismo? El nacionalismo es aquel sentimiento que une a personas que comparten una misma cultura, identidad colectiva, sentimiento de grupo y un interés en ser grupo cohesionado en el presente y un futuro cercano.

Lo primero a aclarar es que hay dos nacionalismos, esto es como todo, claro, uno bueno y otro malo, hala, ya lo he dicho. La diferencia está básicamente en cómo se plantea la relación con el resto de nacionalidades (o no-nacionalidades). El nacionalismo malo es aquel que se cree superior al resto, esto es, el único verdadero, el más mejor de todos y el representante de la humanidad ante las ordas extraterrestres. Vamos por partes, expresiones del tipo es que en esos países no sabe comer, como la catedral de Costillar del Embarrado ninguna o la simple reivindicación de glorias pasadas mucho más gloriosas que los imperialismos rancios de Francia e Inglaterra son síntoma de ese mal nacionalismo. Hablemos claro, a esto se le llama xenofobia, racismo y otras fobias (especialmente islamofobia y, en algunos casos, españafobia, catalanofobia, vascofobia y galaicofobia entre otros). Las únicas contribuciones al común suelen ser animar indefectiblemente a la selección nacional (de fútbol y ocasionalmente al baloncesto, resto de deportes y deporte femenino sólo en caso de finales), al deportista/artista de turno o al evento/monumento que se la juega en alguna competición internacional, la justificación es que es de aquí. No nos engañemos, este nacionalismo, que suele definirse como no nacionalista o nacionalista sin complejos es simplemente otra expresión cañí que reivindica lo que cree propio ante lo demás por una especie de orgullo proviniente de un complejo sin resolver. Complejo de no haber sido nada históricamente y no ser considerado nada actualmente. Este nacionalismo se da en todas y cada una de las naciones existentes y sentidas del mundo y es excluyente, machista e intolerante con la diferencia. ¿Ejemplos? El españolismo taurino y madridista que niega el referéndum catalán al grito de una grande y libre como único argumento; el nacionalismo catalán cuyo único leitmotiv es el odio a España y lo español, sin más argumentos que la opresión recibida; el chauvinismo francés que se cree superior por ser francés (así, sin más argumentos); el británico que cuando hay temporal en el canal de la Mancha se lamenta porque el continente ha quedado aislado de las islas; el americanismo redneck de Trump y allegados; y, ley de Godwin mediante, el nazismo de la gran raza aria. Nacionalismos todos ellos perniciosos y lastres para el desarrollo social.

¿Y cuál es el nacionalismo bueno entonces? Bueno, ¿el otro? Pues el que usa la reivindicación nacional como acicate para mejora y no como excusa para competir y pelear. Vamos a explicarlo un poco más. Imaginad que hay unas competiciones deportivas en la lontananza y la representación deportiva no augura grandes resultados. El nacionalismo malo se dedicaría a vender nacionalizaciones a grandes deportistas para que cambien de bandera y compitan por la patria impostada a cambio de dinero y prebendas, luego ante un error se cae el andamiaje (recordad a Juanito Müller). El nacionalismo bueno... el nacionalismo bueno pasa de esto y monta un sistema de educación (incluyendo deportiva) para que su población crezca y progrese. El nacionalismo bueno no es excluyente, ser nacionalista bueno implica en no obligar a nadie a renunciar a su identidad nacional ni para convivir ni para compartir incluso territorio. Lo que de forma tan naive he estado calificando como "nacionalismo bueno" es simplemente eso, un nacionalismo que no exige la exclusividad en las personas ni que otras no puedan participar de los mismos organismos, eventos o posibilidades.

Puede parecer una visión simplista o buenista. La verdad es que es difícil de explicar, es más una actitud vital.

¿Y el caso catalán?

Pues para poner un ejemplo sencillo de nacionalismo tendríamos algo así:

NACIONALISMOMALOBUENO
CATALÁNEspaña nos roba y Artur Mas y CDC son mejores que el PPMe siento catalán y quiero expresarme como tal y que tú te sientas como te sientas sigas aquí
ESPAÑOLCataluña no es una nación y como pienso así no permito que se debata otra cosaMe siento español pero respeto que los catalanes decidan su futuro.

Evidentemente dentro del nacionalismo catalán, ya lo he apuntado antes, hay un sector "malo" que se basa en agravios previos, reales y no, y que se expresa a través del odio a lo que huela remotamente a español. Es un nacionalismo que, aunque no se expresa como excluyente, lo es y siempre apunta que:

  • Independizados ya no sufriremos políticos infames
  • Toda la culpa es de España
  • Los españoles nos odian y por eso los odio yo
  • El pà amb tomàquet es mejor que las torrijas y les seques amb butifarra que el codillo
Luego estará el positivo o bueno, esto es que la reivindicación de lo propio no implica la denostación del otro. El hecho de querer ser no implica enfrentarse al otro, no implica despreciar ni creerse mejor o superior, sólo la voluntad de reafirmar una identidad propia.

En todo caso, si no es positivo, este otro será neutro.