Ya está, ya ha pasado, el Partido Popular ha terminado con su espectáculo de pseudodemocracia interna y ya tiene GANADOR, así, con mayúsculas: PABLO CASADO (ovación cerrada) con lo que ya puede dedicarse a lo suyo, tapar vergüenzas (del partido), seguir colocando a afines en lugares estratégicos y a tratar de evitar que la sociedad avance conforme al siglo corriente.
Porque no nos engañemos, lo que ha ocurrido en el Partido (imputado) Popular ha sido una simple pelea de poder entre dos facciones que poco distan entre ellas. tanto Soraya como Pablo defienden unos valores similares y una economía neoliberal salvaje. Cierto es que hay matices, quizá ella es más conservadora y él más retrógrado socialmente y quizá él sea más neocon convencido (sí, mal juego de palabras) en lo económico y ella simplemente liberal de las de forrar riñón propio y de quienes estén cerca y caigan en gracia. Pero ninguno de los dos vino a revolucionar al partido ni a dar un golpe de mano al proyecto. Se han oído críticas, sí, pero estéticas y siempre encuadradas en un operación de márqueting muy estudiado (por Pablo, claro que acumula más másters que puntos de supermercado tenemos otros). De hecho fue el propio Pablo Casado quien en un primer momento renegó de la herencia Mariana pero solamente para marcar distancias con Soraya a la que se ha percibido como la candidata continuista al haber pasado gran parte de su carrera popular de la mano del propio Rajoy hasta el punto de ser el gobierno en la sombra del mismo.
¿Y si Soraya era la continuidad quién es Pablo? Pues Casado ha pretendido personificar el cambio de generación (bueno eso stricto sensu es así), a las generaciones nacidas en democracia y crecidas a la sombra de la ¿gaviota?, ¿albatros?, ¿pterodáctilo?... y orgullosos de defender un pasado que no sabemos si es reciente o remoto aunque lo podamos intuir por sus gestos. De hecho el flamante presidente del partido hoy lo ha repetido varias veces "orgullosos del pasado" una vez más sin aclarar si se refiere al tito Rajoy, a papá Aznar, al tío abuelo Fraga o al yayo Paco. Y perdonen si soy malpensado pero para mí que la ambigüedad es intencionada y no hay que saber leer entrelíneas en exceso para entenderlo. De ahí que el cambio generacional al que apela la candidatura pablista en realidad no lo sea tanto y al final lo que haya sido es un candidato a la derecha de la derecha en el que lo rancio y lo antiguo se encuentran en el s.XXI pero siguen barriendo para casa. Pablo ha tenido palabras para hablar de modelos de familia, conciliación, aborto, memoria histórica (sí, no se rían) y de revolución industrial rupturista pero todo tamizado por una visión decimonónica en la que sólo ha faltado señalar al maligno como artífice de la moción de censura y padre de las mil querellas que penden sobre el partido al que más españoles adoran. Pablo nació antiguo y a sus treinta y siete años sigue siendo antiguo.
No, el modelo del PP no estaba en liza lo que se estaba peleando no es otra cosa que las esferas de poder dentro (y algunas fuera) del mismo. Es un secreto a voces que Sáenz de Santamaría lleva muchos años de trilera mostrando una cara inocente mientras debajo de la mesa ha estado repartiendo cartas y sugus para ganar adeptos, y a los que no ganaba su CNI particular le facilitaba la tecla necesaria, a lo J. Edgar Hoover pero sin sombrero ni tirantes. De esta forma Soraya ha conseguido tantos amigos como enemigos de tal manera que era harto imposible prever lo que iba a ocurrir hoy. Por un lado cabría pensar que el aparato estaba de su lado y que el oficialismo iba a ganar de calle pero por el otro también podría esperarse que hubiera gente a la que no le gustara tal acumulación de poder (porque se acumulaba en otras manos, digámoslo todo) y por lo tanto votara en contra de ella y no a favor de nadie. Sirva como ejemplo María Dolores de Cospedal en toda su dimensión de rival política de Santamaría o la defenestración de Cifuentes, que era la llamada a regenera el partido y cuya presencia en las primarias, antes del caso Eroski, habría bastado para que todo hubiera sido muy distinto desde el principio. Por eso el trasvase de votos de Cospedal a Casado, seguía cumpliéndose la premisa antiSoraya.
Y eso que el partido había diseñado unas primarias fáciles de manipular. Uno está tentado de pensar que como el PP cojea del pie democrático tanto que lo suele dejar en el armario pues no ha sabido organizar unas primarias decentes y con coherencia. Empecemos por el sistema de votación: dos vueltas. Este sistema es usado en muchos sitios para asegurar que quien gana tiene el apoyo mayoritario del universo votante y no es simplemente quien ha obtenido más votos. Más claro, con un sistema de doble vuelta en el que la segunda vuelta tiene solo dos candidatos el ganador siempre lo hará con mayoría muy amplia si no absoluta (en estos casos la abstención siempre juega a favor de un candidato por lo que no suele ser opción). Esto no tiene mucho sentido ya que puede que en otro escenario otro candidato hubiera tenido más votos, y hay solución, se llama Voto Útil Transferible (VUT) y permite hacer varias vueltas simultáneamente y tener en cuenta todas las posibilidades, pero otro día hablaré de él. En este punto cualquiera podría decir que las segundas vueltas se dan en elecciones presidenciales de países como Francia y que por lo tanto tan malo no será. Bueno, sí lo es y por ello ha ganado Macron y a punto estuvo de dar el susto Le Pen. Pero bueno, aun siendo malo, un sistema de dos vueltas no es peor que las dos vueltas del PP: la segunda no era de militantes era de compromisarios. Entonces tenemos que la militancia hace limpia de la lista y que la dcecisión final la tienen personas con nombre y apellidos, muchas menos que militancia (al corriente de pago) y a quienes los diferentes equipos pueden apelar directamente, todo muy sutil... De ahí que la manipulación fuera por un lado fácil y por el otro que mil ojos vigilaran qué vota el de al lado.
Y sí, soy mal pensado, pero con el PP es fácil y más después de la fantástica campaña que nos han ofrecido en la que han volado puñaladas, viales de virus zombificante, amenazas y tiros a mansalva que ya verás tú para recoger luego el estropicio.
Pero en el título digo que la victoria de Casado es buena para la izquierda. ¿Cómo puede ser si Soraya es más de lo mismo y Pablo no hace más que alardear de caspa y retrogradía? Por lo que he apuntado antes, Soraya mueve bien los hilos tras el escenario mientras en él muestra artes conciliadoras y sin malicia. Sáenz de Santamaría es una estratega brillante que nunca muestra sus cartas y que se dedica a tiempo completo a tener todo controlado en todo momento. Pablo no, pablo es de caño gordo, lo suelta todo de golpe, va tan de frente que no le queda estrategia. Pablo no dismula, es de derechas, lo proclama y hace que el PP lo siga. Con Pablo el voto despistado ya no estará, el que pensaba que el PP es un partido (imputado) de centro ya no lo pensará. El que pensaba que "son buenos gestores y el resto pues me da un poco igual" puede que ya no le dé "un poco igual". Pablo es un elefante en una cacharrería, romperá todo, pero si lo observas nunca te pisará.
Ahora toca ver como evoluciona el partido. La falta de convencimiento democrático le ha llevado a una guerra cainita porque Rajoy no tuvo los santos compromisarios de señalar con el dedo y prefirió irse sin escoger. El PP ahora es más que nunca una familia y el primo Pablo no se habla con la tía Soraya, prefiere irse de cena con la tía Dolores, papá Mariano lee el Marca en el sofá ajeno a todo y el cuñado José María hace lo que puede por malmeter y luego poner paz con cara inocente. El PP está roto y no tardaremos en ver rodar cabezas, y si no ruedan daremos el juguete por perdido.
La gran incógnita es Soraya, ¿seguirá? ¿se irá? Para mi humilde opinión pueden pasar dos cosas y seguro que las dos están rondando la cabeza de la ex-vice: Soraya puede irse del PP con la cabeza alta, retirarse aceptando la derrota y apartarse de la política. La otra opción es aceptar lo que Casado le dé (que será más honorífico que otra cosa) y tratar de hundirlo desde dentro, envenenando su gestión y tejiendo alianzas que hagan caer al presi. Ambas opciones son probables, la primera porque el orgullo de Soraya no le permitiría estar bajo nadie y la segunda porque encaja más con su carácter. Habría una tercera, pasar a segundo plano en el PP mientras va carcomiendo la silla presidencial y luego reaparecería como la salvadora natural (lo que intentó Aznar y le salió mal, vamos).
En todo caso el espectáculo de ver a Rivera y a Casado pelear por quien es más cuñado no tendrá precio.
Mis ideas, mis pensamientos, mis reflexiones y todo aquello que quiera comentar.
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sábado, 21 de julio de 2018
viernes, 18 de marzo de 2016
Izquierda tradicional vs. nueva izquierda
Hace un par de meses (enlace aquí) hice una primera aproximación de lo que, a mi modesto entender, era la situación actual de la izquierda. Hoy le voy a dar otra vuelta al tema.
Desde hace un par de años ya oímos hablar de nueva política. Esta nueva política supuestamente debe dar una vuelta a la política tradicional, los términos son homologables a nueva izquierda - izquierda tradicional, y digo supuestamente porque no tengo tan claro que esto sea así, y no lo es por dos motivos que son uno:
Primero: No es tan nueva, había formaciones que ya reivindicaban su contenido y sus formas.
Segundo: Lo que entendemos por nueva política o nueva izquierda en realidad forma parte del ADN fundacional del concepto de izquierda en sí mismo.
Si nos retraemos a los inicios de lo que hoy llamamos izquierda, nos encontramos con ramas como el anarquismo, el socialismo o el comunismo (entre otras) que, y dejadme simplificar, propugnan un nuevo orden económico, más justo, más igualitario y cada una desde su visión particular, pero también nuevos modelos de participación y de igualdad social porque una cosa va ligada intrínsecamente a la otra. Si creemos que tenemos derecho a participar en la toma de decisiones, si creemos que nuestra voz vale lo mismo que otras tenemos que creer indefectiblemente que todos los individuos de la sociedad tenemos el mismo valor en tanto que personas independientemente de cualquier característica física, intelectual o de sistema de creencias, por otro lado si pensamos que todos somos iguales y que no debemos establecer ciudadanía de segunda o de tercera tenemos que aceptar que todos tenemos el mismo derecho a participar en la toma de decisiones y, importante, en poder ocupar cualquier cargo público de mayor o menor responsabilidad. Ojo, hablo de derechos no de capacidades.
Por lo tanto el debate actual sobre la combinación que se debe dar entre la nueva izquierda y la izquierda tradicional en realidad se plantea al revés puesto que la izquierda más antigua ya preveía la participación por igual y el asamblearismo potenciado por el sin par 15M. Lo que pudo ocurrir es que, casi como ahora, esas ideas nacieran demasiado pronto en una sociedad incapaz de comprenderlas y por practicidad todos los partidos (hablamos de antes de que se inventaran los movimientos sociales) y los sindicatos, salvo honrosas excepciones, tendieran a estructuras más o menos jerarquizadas donde un grupo ostentaba la confianza del resto en la gestión del todo.
Pero en estas que llegó el futuro y tras más de treinta años de paz democrática la ciudadanía (no toda) despertó de del letargo en el que los poderes fácticos la habían sumido y decidió tomar conciencia y querer decidir, participar y controlar al de la caja del dinero. Y se montaron movimientos sociales, mareas, confluencias y demás fauna con la sana idea de reformar el espectro político en busca de un mayor reparto de responsabilidad (de ser dueños del destino, no de ser culpables) entre todos y todas.
Si me preguntan a mí lo tengo bastante claro. No es cuestión de liquidar a los partidos políticos pero sí de dotarlos de mayor plasticidad para:
Lo que vengo a decir es que necesitamos un empoderamiento real, hace falta que quien quiera dar una idea, regalar su esfuerzo tenga espacios de participación directa. Y ahí es donde deben cambiar los partidos, tienen que generar espacios en los que las sectoriales crezcan hasta tomar el control de sus competencias, deben llevar el debate político a toda su militancia y deben olvidarse de direcciones políticas en favor de una construcción plural. Deben entender que la pluralidad es fuente de riqueza y que la disciplina de voto es otra mofa a la democracia real. Las entidades de izquierda deben ser más movimientos sociales que partidos al uso, sólo así están más cerca del
La izquierda debe refundarse y trabajar en horizontal, dejar mandar a las bases, generar espacios de confianza donde sindicatos y demás estén a gusto y quizá, sólo quizá menos política de salón y más políticas prácticas (aunque la de salón sea divertida de vez en cuando).
Desde hace un par de años ya oímos hablar de nueva política. Esta nueva política supuestamente debe dar una vuelta a la política tradicional, los términos son homologables a nueva izquierda - izquierda tradicional, y digo supuestamente porque no tengo tan claro que esto sea así, y no lo es por dos motivos que son uno:
Primero: No es tan nueva, había formaciones que ya reivindicaban su contenido y sus formas.
Segundo: Lo que entendemos por nueva política o nueva izquierda en realidad forma parte del ADN fundacional del concepto de izquierda en sí mismo.
Si nos retraemos a los inicios de lo que hoy llamamos izquierda, nos encontramos con ramas como el anarquismo, el socialismo o el comunismo (entre otras) que, y dejadme simplificar, propugnan un nuevo orden económico, más justo, más igualitario y cada una desde su visión particular, pero también nuevos modelos de participación y de igualdad social porque una cosa va ligada intrínsecamente a la otra. Si creemos que tenemos derecho a participar en la toma de decisiones, si creemos que nuestra voz vale lo mismo que otras tenemos que creer indefectiblemente que todos los individuos de la sociedad tenemos el mismo valor en tanto que personas independientemente de cualquier característica física, intelectual o de sistema de creencias, por otro lado si pensamos que todos somos iguales y que no debemos establecer ciudadanía de segunda o de tercera tenemos que aceptar que todos tenemos el mismo derecho a participar en la toma de decisiones y, importante, en poder ocupar cualquier cargo público de mayor o menor responsabilidad. Ojo, hablo de derechos no de capacidades.
Por lo tanto el debate actual sobre la combinación que se debe dar entre la nueva izquierda y la izquierda tradicional en realidad se plantea al revés puesto que la izquierda más antigua ya preveía la participación por igual y el asamblearismo potenciado por el sin par 15M. Lo que pudo ocurrir es que, casi como ahora, esas ideas nacieran demasiado pronto en una sociedad incapaz de comprenderlas y por practicidad todos los partidos (hablamos de antes de que se inventaran los movimientos sociales) y los sindicatos, salvo honrosas excepciones, tendieran a estructuras más o menos jerarquizadas donde un grupo ostentaba la confianza del resto en la gestión del todo.
Pero en estas que llegó el futuro y tras más de treinta años de paz democrática la ciudadanía (no toda) despertó de del letargo en el que los poderes fácticos la habían sumido y decidió tomar conciencia y querer decidir, participar y controlar al de la caja del dinero. Y se montaron movimientos sociales, mareas, confluencias y demás fauna con la sana idea de reformar el espectro político en busca de un mayor reparto de responsabilidad (de ser dueños del destino, no de ser culpables) entre todos y todas.
¿Y ahora qué?
Pues ahora lo que se está demandando es una llamémosle refundación de la izquierda en la que la nueva/vieja sea el modelo a seguir por la tradicional/moderna. Esto es: dejemos de pensar en instituciones anquilosadas o de movimiento lento y tomemos ejemplo de los movimientos sociales mucho más ágiles y versátiles. Eso sí, aún hay quien no lo ve claro.Si me preguntan a mí lo tengo bastante claro. No es cuestión de liquidar a los partidos políticos pero sí de dotarlos de mayor plasticidad para:
- Facilitar el encuentro con otros partidos potenciando lo común y dejando lo no común para otras guerras
- Tener mayor cintura y capacidad de adaptación ante los cambios sociales y las nuevas necesidades que traen consigo
- Mayor explotación de las posibilidades individuales de quién conforman el grupo
- Mayor atomización consiguiendo mayor integración de gente con ganas y capacidad de trabajo
- Valorización del esfuerzo personal
- Mayor participación
Lo que vengo a decir es que necesitamos un empoderamiento real, hace falta que quien quiera dar una idea, regalar su esfuerzo tenga espacios de participación directa. Y ahí es donde deben cambiar los partidos, tienen que generar espacios en los que las sectoriales crezcan hasta tomar el control de sus competencias, deben llevar el debate político a toda su militancia y deben olvidarse de direcciones políticas en favor de una construcción plural. Deben entender que la pluralidad es fuente de riqueza y que la disciplina de voto es otra mofa a la democracia real. Las entidades de izquierda deben ser más movimientos sociales que partidos al uso, sólo así están más cerca del
La izquierda debe refundarse y trabajar en horizontal, dejar mandar a las bases, generar espacios de confianza donde sindicatos y demás estén a gusto y quizá, sólo quizá menos política de salón y más políticas prácticas (aunque la de salón sea divertida de vez en cuando).
lunes, 3 de agosto de 2015
Es el momento, tenemos una oportunidad histórica
No es ningún secreto, colaboré con Zaragoza en Común y formo parte de Piratas de Aragón y ambas plataformas políticas comparten bastante más de lo que puede parecer a simple vista.
En ambos lugares se defiende un tipo de democracia directa, participativa, que bajo diferentes formas está destinada a permitir aquello que tanto hemos llamado el empoderamiento de la ciudadanía. La idea subyacente es que todos estamos capacitados para tomar decisiones de forma individual, por lo tanto también lo estamos para hacerlo de forma colectiva, sólo se necesitan herramientas adecuadas y que la información fluya.
La información veraz es fácil de hacer fluir, sólo es necesario que las instituciones abran sus armarios y sus archivadores al mundo. Desde hace un tiempo venimos viendo la creación de portales opendata que no son otra cosa que toda la información de las administraciones liberada al mundo, sí, ya sé que no siempre está bien o que suele ser insuficiente cuando no directamente desactualizada. Pero es un pasito, y es un pasito dado no porque a las administraciones les apeteciera darlo, no, es un pasito demandado por la sociedad, por esa sociedad que no se cree las cifras oficiales y que desconfía mucho, muchísimo de las interpretaciones a esas mismas cifras. Como también es una demanda de la ciudadanía la posibilidad de participación, la necesidad de formar parte de la toma de decisiones más allá de la elección de representantes cada cuatro años. Y eso se consigue con herramientas disponibles en la red o creadas ad hoc. Loomio, Ágora Voting, Democratian, etc. se han creado porque hay demanda (en otro momento hablaremos del modelo de código abierto adoptado por estas plataformas que es muy relevante en este contexto) y de nuevo mencionamos a la madre del cordero: demanda de participación.
En marzo de 2011 se hizo patente que la gente de estos lares estaba harta, harta de no ser escuchada, de que se tildara de insolidaria a una juventud abocada al paro que se dejaba la piel en ONG en números nunca antes vistos. Se hizo patente que el régimen político estándar, el que aún tenemos, era insuficiente para muchos. Yo no participé en las acampadas del 15M, es cierto, tuve conocimiento de ellas tarde, y tampoco sé si habría acudido (la realidad de cada uno es la que es y parece una pobre excusa pero es la verdad). Sólo sé que como muchos sentí cierto orgullo al ver que un movimiento pionero en el mundo tomaba forma bajo mis narices. Me ilusioné porque por primera vez me di cuenta de que había mucha gente pensando como yo, que había que dar la vuelta a la campana, que la revolución social estaba ya aquí y tenía un cuerpo, muchas manos y muchas cabezas. Pero sobre todo me sentí aliviado al ver que por fin había voluntad y arrestos para acometer una protesta de tal magnitud, una voluntad enorme de cambio. Hay quien piensa que el que no apareciera un líder aglutinador en esos momentos lastró el proyecto. Puede que sea cierto, puede que con un líder se hubiera ido más rápido, pero eso no garantía de que se fuera mejor. Han pasado cuatro años y ahora el movimiento, lejos de estar muerto, amordazado o anestesiado, ha madurado, ha tornado sus principios en raíces y está preparado para dar el golpe en la mesa que es necesario.
Quizá no nos demos cuenta estando todos inmersos en nuestros proyectos pero este es un momento histórico. Es un momento en que nos estamos replanteando la forma en la que se participa en las instituciones. Nos estamos replanteando la función de los partidos políticos sabiendo que los partidos tradicionales ya no sirven y que estos deben refundarse o desaparecer. Alguien podrá decir que esta idea, la confluencia, la construcción de base aún no es mayoritaria, ¿no lo es? Está creciendo la necesidad de colaborar, la necesidad de hacer las cosas de otra forma y esto se nota en el rápido crecimiento de propuestas como Ahora en Común. Hay voluntad, sólo falta que nos deshagamos del lógico temor al cambio, sólo necesitamos firmeza en los pasos y saber mirar más allá. Esto no es una locura de cuatro gatos, estamos ante un cambio de paradigma de la política española protagonizado por gente autoorganizada y empoderada, y ahora decidme ¿en qué lugar del mundo está pasando? Quizá en otros países no sea necesario, en otros quizá sí, pero como con el 15M estamos siendo precursores y dando ejemplo al mundo.
Hay que perseverar, hay que seguir por el camino de la transformación que no es otro que el camino de la revolución, y es necesario hacerlo juntos, transversalmente, horizontalmente y trascendiendo las estructuras partidistas clásicas. Las nuevas organizaciones ya no necesitan de dirigentes/líderes/mesías salvadores, no necesitan que nadie marque el camino si no que son capaces de andar, son capaces de generar sus propias sinergias de forma natural y por ende legítima. Seamos capaces de desprendernos de siglas, colores y anagramas y confluyamos, hagamos historia, demostremos que los ideales de la democracia, la participación y el empoderamiento no son sólo utopías inalcanzables.
Demostremos que somos capaces. Hagamos historia Ahora en común.

La información veraz es fácil de hacer fluir, sólo es necesario que las instituciones abran sus armarios y sus archivadores al mundo. Desde hace un tiempo venimos viendo la creación de portales opendata que no son otra cosa que toda la información de las administraciones liberada al mundo, sí, ya sé que no siempre está bien o que suele ser insuficiente cuando no directamente desactualizada. Pero es un pasito, y es un pasito dado no porque a las administraciones les apeteciera darlo, no, es un pasito demandado por la sociedad, por esa sociedad que no se cree las cifras oficiales y que desconfía mucho, muchísimo de las interpretaciones a esas mismas cifras. Como también es una demanda de la ciudadanía la posibilidad de participación, la necesidad de formar parte de la toma de decisiones más allá de la elección de representantes cada cuatro años. Y eso se consigue con herramientas disponibles en la red o creadas ad hoc. Loomio, Ágora Voting, Democratian, etc. se han creado porque hay demanda (en otro momento hablaremos del modelo de código abierto adoptado por estas plataformas que es muy relevante en este contexto) y de nuevo mencionamos a la madre del cordero: demanda de participación.

Quizá no nos demos cuenta estando todos inmersos en nuestros proyectos pero este es un momento histórico. Es un momento en que nos estamos replanteando la forma en la que se participa en las instituciones. Nos estamos replanteando la función de los partidos políticos sabiendo que los partidos tradicionales ya no sirven y que estos deben refundarse o desaparecer. Alguien podrá decir que esta idea, la confluencia, la construcción de base aún no es mayoritaria, ¿no lo es? Está creciendo la necesidad de colaborar, la necesidad de hacer las cosas de otra forma y esto se nota en el rápido crecimiento de propuestas como Ahora en Común. Hay voluntad, sólo falta que nos deshagamos del lógico temor al cambio, sólo necesitamos firmeza en los pasos y saber mirar más allá. Esto no es una locura de cuatro gatos, estamos ante un cambio de paradigma de la política española protagonizado por gente autoorganizada y empoderada, y ahora decidme ¿en qué lugar del mundo está pasando? Quizá en otros países no sea necesario, en otros quizá sí, pero como con el 15M estamos siendo precursores y dando ejemplo al mundo.
Hay que perseverar, hay que seguir por el camino de la transformación que no es otro que el camino de la revolución, y es necesario hacerlo juntos, transversalmente, horizontalmente y trascendiendo las estructuras partidistas clásicas. Las nuevas organizaciones ya no necesitan de dirigentes/líderes/mesías salvadores, no necesitan que nadie marque el camino si no que son capaces de andar, son capaces de generar sus propias sinergias de forma natural y por ende legítima. Seamos capaces de desprendernos de siglas, colores y anagramas y confluyamos, hagamos historia, demostremos que los ideales de la democracia, la participación y el empoderamiento no son sólo utopías inalcanzables.
Demostremos que somos capaces. Hagamos historia Ahora en común.
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