Dejemos aparte repúblicas de estados fallidos (o en proceso de fallo) y veremos que hay una cuestión no poco importante que ya hemos apuntado: para ser máximo representante de un estado hay que ganar unas elecciones, para lo cual hay que presentarse y ser elegido en un proceso previo, normalmente dentro de un partido político determinado, luego presentar un proyecto y luego que la ciudadanía lo avale en un proceso electoral. Por si fuera poco, aún con figuras tan vergonzantes como los aforamientos, el presidente de un estado está supeditado a la ley siempre y en todas sus formas sin discusión. Quizá podríamos encontrar excepciones en las que en estado de emergencia se den más o menos poderes, en los que el ejercicio de las responsabilidades tenga una regulación más o menos detallada, pero en todo caso los tribunales pueden pedir explicaciones y por ende la ciudadanía (hablamos de nuevo de países civilizados, no nos confundamos). Luego, claro está, pasado el período de mandato un nuevo proceso electoral nos revalidará el mandato o no.
Por otro lado ser monarca suele significar que has nacido en el seno de una familia determinada, elegida, y que se te ha designado para tan alta labor (o puede que un dictador de voz atiplada te haya elegido por ser simpático y lameculos, como con Juan Carlos I rey de España y Franco). en todo caso tu valía personal no tiene nada que ver con el proceso electivo lo que ya nos sitúa lejos de la ansiada democracia, y si encima hay ley sálica de por medio resulta que la discriminación femenina es un hecho indefendible, pero recuerda que nos encontramos ante una institución anacrónica por lo que debe ser coherente. El resto es fácil de deducir, el cargo es de por vida por torpe que seas, no tienes responsabilidad penal porque se extiende la irresponsabilidad penal en las funciones a los quehaceres cotidianos, véase los negocios del rey emérito, y el halo de intocabilidad con el que se contagian hermanas, cuñados y secretarios varios.
Manifestación de Zaragoza en 2014 |
A mí no me pillarán.
SALUD Y REPÚBLICA