miércoles, 3 de septiembre de 2014

Robocop o el futuro que nos viene



Los que me conocen desde hace tiempo saben que suelo repetir que la película que mejor define el futuro que nos viene es Robocop. Y no lo digo porque crea que un robot vaya a ser el héroe policial que esperamos, no, si no por la trama subyacente. Trama a la que ha surgido (bueno, hace dos años ya) un serio competidor que lejos de refutarla, no hace más que complementarla y ampliarla, Continuum.

Para quienes no conozcan las dos referencias un par de anotaciones:

Robocop nos habla de un futuro muy cercano en el que ciertas corporaciones están tan cerca del poder que no sólo lo influencian si no que, en su secuela, se permiten hasta comprar al cuerpo de policía (privatizar a saco, vamos) y traficar con la escasez y los derechos civiles en su tercera entrega. Algo que la nueva ley de seguridad ciudadana prevee y si no véase la seguridad exterior en la cárcel de Zuera (Zaragoza) en manos privadas ya al más puro estilo OCP.

Continuum en cambio es una serie que parte de un futuro algo más lejano en el que los lobbies son historia como tales, ahora son directamente el gobierno ya que en algún momento obtuvieron el poder gracias a rescatar a los propios gobiernos de la bancarrota. Es una historia un poco más ambivalente ya que los buenos no lo son tanto y los malos en el fondo son los buenos que están haciendo cosas malas. El futuro que nos presenta es el de un gobierno corporativo que sojuzga a los gobiernos electos con potestad para dar y quitar privilegios y derechos a los ciudadanos en función de su rentabilidad social, incluyendo, como no, un estricto control sobre la cultura yla comunicación (nada que no hayamos visto ya en otras muestras de grandes hermanos como Person of interest o la inédita por estos lares Equilibrium).



Dejando de lado la ciencia-ficción de bajo nivel que ostentan estos productos cabe decir que la ficción en sí no lo es tanto si analizamos bien la situación. En ambos programas nos presentan una situación en la que las empresas, megacorporaciones, llegan a ostentar tanto poder que hacen del poder público su rehén y legislan a su antojo. Alguien dirá, pues sí es ficción, eso no pasa y no puede pasar... error y mayúsculo, no sólo puede pasar si no que está pasando.

¿Acaso nadie se ha preguntado el porqué de la reforma energética que penaliza a las renovables en favor de la generación tradicional? ¿Nadie ha observado que los bancos, corporaciones privadas, han obtenido un rescate económico sin apenas contrapartidas? ¿Alguien ha pedido dinero al estado (o ha dejado de pagarlo) con la excusa de que la crisis me ha perjudicado? Casi a diario desayunamos con periódicos trufados de noticias en la que tal o cual empresa ha conseguido un cambio legislativo que le favorece, no hablemos de ladrillos por favor. El futuro, ése futuro tan negro que traen las megacorporaciones no es tal, es un presente ya gris oscuro. (Léase Repsol y Canarias por ejemplo.)

El propósito principal de la ciencia-ficción es entretener, claro, pero haciendo pensar. No hay otro género que no esté tan copado por consideraciones filosóficas, humanísticas y sociales. Y desde Cuando el destino nos alcance del inefable Charlton Heston hasta la genial Neuromante de William Gibson nos están avisando, el futuro se deshumaniza. Pero lo hace porque queremos y nos dejamos.

Hace un par de días asistí a una charla on line organizada por Piratas de la Comunidad Valenciana y auspiciada por la Confederación Pirata (buscad los enlaces que por política propia no los puedo poner). En dicha charla un representante de ATTAC Castellón nos ilustraba sobre un bonito proyecto llamado TTIP. La iniciales corresponden a Transatlantic Trade Investment Partnership (en una página titulada stop TTIP, con guión en medio y matriculada .es está el enlace al audio, de nada), y digo que será un proyecto bonito porque está muy escondido pero mucha gente sabe de él, como pasa con la belleza.

Aunque si sólo la mitad de lo escuchado es realmente lo que se lleva a práctica, no es nada bonito, es una pesadilla atroz. En pocas palabras el dichoso tratado prevee un acuerdo entre los USA y los países de la UE (con siglas queda como parece, algo incompresible de que pase) hecho de forma bastante chapucera y que está llamado a bypasear las legislaciones locales de todos los integrantes. En dicho tratado se reconoce el derecho al negocio de cualquier empresa radicada en cualquiera de los países firmantes y su derecho a obtener beneficios según la legislación de su país de origen. Así una empresa radicada en un país sin estricto control sanitario en productos alimentarios, por ejemplo, podría comercializar sus productos tal cual en un país con unas leyes más estrictas sin ninguna adaptación y con el derecho a solicitar indemnizaciones si percibe que alguna ley nueva puede hacerles perder algún beneficio. Tampoco es ciencia-ficción, ha pasado, en Uruguay con Phillip Morris. El país sudamericano tuvo que indemnizar a la tabacalera por introducir una norma que obligaba a advertir de los peligros del tabaco para la salud. Esta norma se consideró una intromisión en el legítimo derecho a la obtención de beneficios ya que las ventas podían disminuir con dicha advertencia. Naturalmente uno puede pensar que un tribunal europeo tendría mayor sentido común y no aplicaría según que arbitrariedad. Error de nuevo, los tribunales se postulan como tribunales arbitrales mercantiles, es decir, compuestos por la misma industria que se convierte en juez y parte. Casos cercanos, la comisión para la ley Sinde-Wert o la propuesta para la ley CEDRO (tasa Google).

Como veis el futuro no es muy halagüeño si nos dejamos y eso que no he mencionado el sacrosanto poder de las multinacionales farmacéuticas, los rumores que tildan a las armamentísticas de iniciadoras de guerras ni a los grandes monstruos de la comunicación que manipulan y moldean la información según sus intereses (ponga usted la televisión y verá). Por lo tanto, y como conclusión, habría que ponerse manos a la obra antes de que soluciones como Liber8 sean necesarias.