domingo, 27 de julio de 2014

Un día en el zoo

Zoológico
No, este tampoco será un post de política, aunque muchos de nuestros dirigentes deberían estar repartidos entre zoológicos, circos y laboratorios donde estudiar su comportamiento, hoy me propongo disertar sobre los zoos convencionales.

Hace unos días estuve con la familia en un zoo y siempre que visito un lugar de estas características me persigue el mismo pensamiento ¿qué derecho tiene el ser humano a mantener encerrados de forma artificial y fuera de su hábitat natural a tantos animales?

Naturalmente quedan excluidos de tal consideración animales domésticos o de granja puesto que, en su mayoría, son especies que nunca han estado en libertad por lo que sus capacidades de supervivencia estarían bastante mermadas en un ambiente no humano. Aún así no es un tema carente de controversia si no veamos a los veganos y sus tesis sobre el especismo.

En concreto la desazón por el estado de reclusión animal viene dado sobre todo por aquellos animales que son capaces de percibir las características de su entorno y responder a sus estímulos y limitaciones. Empezaría por aquellos grandes felinos nacidos para desenvolverse en enormes territorios, osos, camellos y demás y terminaría, como no, delante de la jaula de los grandes simios pasando por delfines y focas y obviando a reptiles cuya, aparente interacción ambiental es bastante escasa, así como sus necesidades intelectuales.

Parece que eso tan esquivo como es la conciencia de uno mismo no es patrimonio sólo del mono desnudo, si no que sus más cercanos compañeros de evolución comparten dicha sensibilidad, al igual que los cetáceos que tan alegremente nos divierten con sus piruetas a cambio de unas sardinas de aspecto relativamente saludable. Basta con ponerse delante de un chimpancé o de la majestuosidad de un gorila para preguntarse qué, valga la redundancia, se estará preguntando en ése momento. ¿Al haber nacido en el zoo creerá natural que tantas caras, muchas de ellas de tres ojos lo observen? ¿Al haber vivido siempre en dicho entorno no será le resultará natural el confinamiento o pese a ello será consciente de su propio encarcelamiento?

Hoy en día sabemos que los chimpancés se dividen en grandes culturas no innatas, o sea aprendidas, sabemos que establecen complejas relaciones dentro de los grupos (vean a los bonobos por ejemplo) y son capaces de deprimirse, reconocerse, enojarse y alegrarse tal cual nosotros. También sabemos que los gorilas comprenden el paso del tiempo y mantienen una inteligencia similar a la de un niño pequeño pero con doscientos kilos de músculo justo debajo (apunte freak del día: algunas especies de loro desarrollan una inteligencia equivalente a la de un niño de tres años, aquí queda el dato). Por lo tanto es fácilmente comprensible para todos que son conscientes de donde están, al igual de que delfines y orangutanes. Lo que no está tan claro es si les importa o les afecta desde un punto de vista emocional. Aunque especies como el lince o el oso panda no se reproducen en cautividad por el alto  nivel de estress que ello les provoca.

Ya hemos dicho anteriormente que la mayoría de animales que pueblan nuestros zoos (si no todos porque creo que la ley es bastante restrictiva en eso) han nacido en un zoológico y por tanto carecen de la experiencia de la vida salvaje y no se puede echar de menos lo que no se conoce pero seguimos sin resolver la duda inicial: ¿tenemos derecho a mantener a dichos animales bajo nuestra supervisión por el mero hecho y disfrute de nuestros momentos de asueto? Pues la respuesta se me sigue escapando.
Leones descansando

Y se me escapa porque los zooloógicos actuales, al menos los respetables, realizan más tareas que la simple exposición de animales sin disecar en ambientes pseudorrealistas. Hoy en día nuestros zooloógicos realizan importantes investigaciones sobre el reino animal, tanto para su comprensión como para la divulgación científica, ¿si no de qué manera podríamos admirar la altura de una jirafa, la extraña belleza de un oso hormiguero o la inmensa panoplia de aves a cual más exótica e insólita, nuestros hijos no verían nunca a un león en su frenética actividad diaria (¡duermen veintidós horas al día!) o la graciosidad pingüina sobre cemento pintado de un azul gélido?. No son pocos los avances veterinarios conseguidos en zoológicos que permiten ampliar lo poco que sabemos del mundo en el que vivimos y sobre nosotros mismos como parte de él, pero tampoco lo son las especies al borde de la extinción que tienen una oportunidad de supervivencia con la cría controlada en centros de reproducción en cautividad dependientes de los mismos zoológicos. La conservación de especies es otro de los objetivos de las instituciones zoológicas actuales.

Los zoológicos parecen una herramienta de divulgación y conservación muy importantes, pero aún así, al observar la mirada profundamente lacónica de un chimpancé de avanzada edad me sigo preguntando si realmente podemos justificarnos en enarbolar la bandera de la ciencia y el conocimiento como justificación.
Gorila

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