Algo como la Diada de Catalunya se puede comentar de dos
formas. La primera es antes de que se produzca, o en el mismo día.
Esta forma permite posicionar ideológicamente al que suscribe el
posteo, ofrece previsiones y datos de eventos pasados y da los
apuntes necesarios para conocer el origen y motivo de la
conmemoración de dicha fecha. Por norma estos comentarios suelen ser
parecidos año tras año si no en el mismo sitio sí en los medios de
ideología afín o similar. Es infrecuente, pero extremadamente
grato, encontrar análisis a priori
que analizan las diferencias sociales entre una edición y la actual
y dan un aire fresco al repetir de consignas y lemas de una u otra
afinidad.
La segunda forma de comentar la
jugada es, evidentemente, hacerlo a posteriori,
unos días después puede ser una muy buena opción. ¿Por qué?
Porque así es más fácil complementar los análisis previos y añadir
conclusiones a las previsiones.
Ahora nos encontramos en ese
momento. Hace ya unos días de la conmemoración del evento histórico
reivindicado el pasado once
de septiembre
en Catalunya,
y Barcelona
en particular.
Este
año había dos alicientes añadidos a la siempre controvertida
fiesta nacional
catalana:
el precedente multitudinario de la manifestación en la capital
catalana y la tan traída y llevada Via Catalana per la Independència.
No me voy a extender pero como recordatorio, supuestamente
innecesario ya en estos momentos, hemos visto una aparente
multiplicación de independentistas de la mano del President
Artur Mas a lo largo de los últimos años con una, aparente de nuevo, curva
acentuada y acelerada durante los últimos meses. Y digo aparente
porque, en realidad, no lo es tanto. Difícilmente podremos hablar de
datos oficiales y fehacientes porque no existen, pero ese
independentismo catalán rondando el 35-40% como única opción, se
viene barajando desde los últimos años ochenta, hasta un 55% como
apogeo antes y después de los Juegos Olímpicos de BARCELONA'92.
Pero repito, no son datos oficiales porque no se recogían, y si se
hacía no se publicaban. Quizá la crisis, quizá por el empuje de
las nuevas generaciones o quizá por motivos culturales (no voy a
entrar en este análisis en este post) se han visceralizado opiniones
adormecidas o se ha convencido a indecisos, el caso es que hay un
clamor importante y visible por, al menos, el
derecho a decidir,
o sea, aplicar los principios democráticos al gobierno ciudadano, es
decir, un referéndum.
De
lo que me gustaría hablar ahora es de lo que ha pasado. Primero, se
calculan, más o menos, un millón seiscientas mil personas en la
cadena pidiendo la independencia según la Generalitat, 600,000 según el ministerio del Interior
y un millón según medios como The Washington Post
y Los Ángeles Times.
Bueno, los bailes de cifras en las manifestaciones son
desgraciadamente habituales. En cualquier caso es fácil intuir que la
Via Catalana sí fue un éxito y que la Diada se celebró,
afortunadamente, sin incidentes remarcables.
Besalú |
Pero,
¿cuales son sus consecuencias? Bueno, en primera instancia alguien
como
el ministro García-Margallo fue pillado
con el pie cambiado y reconoció el éxito
de la organización (alguien ha resaltado en algún medio que es
curioso que el miembro del gobierno que siempre opina sea el de
exteriores y no el de interior que sería lo lógico). Parece una
reacción mucho más natural que la expresada por la vicepresidente
del gobierno, la señora Sáenz de Santamaría que rezó el consabido
“el gobierno está con la legalidad y no se va a mover de ella”.
Una reflexión, si Suárez hubiera aplicado el mismo principio aún
estaríamos bajo el yugo y las flechas de los “principios del
movimiento”, de otra forma el gobierno anterior no habría
reformado la constitución
a escondidas y en connivencia con el Partido Popular. Sabemos que la
constitución es un melón que muchos no quieren abrir, pero no se
puede escudar uno siempre en su inmovilismo atávico, máxime cuando
los hechos contradicen lo manifestado. Tampoco puede uno esconderse
siempre en aquello de la mayoría
silenciosa
como decía Sánchez-Camacho el mismo día que sabíamos
que su partido pasaba a ser casi
marginal
en Catalunya. Con tal lógica alguien en Twitter recordaba que el
asesinato de Miguel Ángel Blanco movilizó a cinco millones de
personas, por lo tanto otros treinta y cinco millones estábamos de acuerdo con
el ajusticiamiento del edil popular y yo no creo tal cosa.
José Manuel García-Margallo |
¿Hay
más? Sí y no, podemos destacar la reacción de Cayo Lara cuando
dice que Catalunya tiene derecho
a decidir.
Y no es que Cayo Lara sea
independentista, nacionalista, separatista
o lo que sea, sólo parece ser demócrata, lo cual, hoy en día, no
es moco de pavo. Podríamos destacar la respuesta por carta
que Mariano Rajoy ha remitido a Artur Mas en respuesta a la enviada
por éste en un lejano mes de julio. Sinceramente para escribir lo
escrito y repetido hasta la náusea, no es necesario esperar casi dos
meses, casi podría haber hecho un corta y pega
al que el gobierno popular, por desgracia, nos tiene acostumbrados.
También por desgracia no es nuevo ni, casi, destacable el hecho de
que la ultraderecha
campa a sus anchas y, aunque ha llegado a haber doce detenidos,
probablemente los involucrados en los incidentes
en la librería Blanquerna de la villa
y corte
salgan sin mancha ni mácula de tal encuentro.
Cayo Lara |
La
conclusión a la que podemos llegar es que actualmente hay una España
que es permeable a la realidad
y es capaz de actuar y ser sensible al talante democrático, esté o no de acuerdo con lo planteado, mientras
que otra se enroca
en actitudes carpetovetónicas
que poco tienen que ver con el siglo XXI ni democrático.
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