Cualquiera que me conozca sabe que no me gusta el fútbol. No me gusta ver el deporte en sí mismo y mucho menos me gusta lo que lo rodea. Pero cuando afirmo esto me refiero al espectáculo desmedido, a la sobrevaloración de ídolos y al indecente movimiento de dinero que orbita alrededor del balompié.
Lo de ayer en cambio... eso no tiene nada que ver con el fútbol Ayer, mientras estaba escuchando las noticias tuve la sensación de estar más cerca del aficionado, de comprender su dolor y su frustración, no por la muerte de alguien en medio de una reyerta concertada, no, si no por que hoy la imagen del fútbol vuelve a estar asociada a la barbarie, a los grupos violentos, a las masas que buscan cualquier excusa para vehicular una violencia desmedida. Esta mañana escuchaba a Iñaki Gabilondo decir que no debemos olvidar la responsabilidad individual y dejarnos de justificar al "entorno" de los actos de determinados individuos. Y es cierto, uno es responsable de sus actos y de dejar que el "entorno" le afecte hasta la enajenación supina, pero tampoco debemos olvidar que es un síntoma más de una sociedad enferma.
No diré que se ensucia el noble nombre del deporte, tampoco que los clubes sean cómplices necesarios, pero sí que no veo relación directa entre un deporte con sana competitividad y tamaña salvajada. Y lo que sí puedo decir es que falta contundencia. Falta contundencia por determinados clubes que permiten la entrada de determinados elementos en sus campos por pura economía, falta contundencia policial, aquí sí, en controlar a estos grupúsculos que usan parafernalia y estética fascistoide (algo que debería estar prohibido per se). Y se me antoja que la sociedad tiene que reflexionar qué ha hecho mal para que existan aún personajes que se sientan legitimados por unos colores para sembrar un reino del terror, pegarse, acuchillarse o incluso matar a sangre fría. No nos vale con decir que es un hecho aislado, si rascamos un poco vemos que las peleas nunca se han ido. ¿Qué hemos hecho mal para que un partido de fútbol se pueda calificar de "alto riesgo"? ¿Qué pasa para que los árbitros de categorías inferiores deban ser escoltados día sí, día también en su salida del campo por la guardia civil?
No quiero decir que el fútbol sea el culpable, muchísimos aficionados apasionados pero pacíficos pueden atestiguarlo, pero por algún motivo la violencia de determinados grupos ha encontrado en el fútbol su vehículo ideal, su válvula de escape.
Tenemos que buscar la manera de que el fútbol sea sólo un balón pateado entre mucha gente.
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