En ocasiones uno no puede ser más que esclavo de la actualidad y aunque llevo un tiempo con varias ideas para reflejar en este blog (y ningún tiempo para ponerme ante el teclado), y este fin de semana es un claro ejemplo de ello. Muchas cosas han podido pasar pero los hechos de París de este viernes pasado han eclipsado todo lo demás.
129 muertos a esta hora, doscientos heridos, muchos de ellos muy graves, y una sensación agria en el estómago de todo el mundo occidental. Este es el balance provisional de uno de los peores atentados sucedidos en suelo europeo. Vaya por delante que el responsable último de cualquier crimen es quien lo ejecuta, quien aprieta el gatillo, acciona el detonador o esgrime el arma que sea.
Difícil es intentar pensar qué pasa por la cabeza de alguien para determinar que su opción es cometer un atentado indiscriminado de estas características y no voy a caer en el argumento fácil que es que la mentalidad árabe es diferente a la occidental (¿la nuestra?), que si tienen el seso sorbido por la religión y el fanatismo... Lo ocurrido este viernes es algo mucho más profundo y complejo, con raíces relativamente antiguas.
Francia es un país excolonialista que solucionó parte de la excolonización otorgando la continuidad de la ciudadanía francesa a todos los que lo solicitaran. Esta solución, que a priori puede parecer adecuada o correcta generó grandes bolsas de inmigrantes de facto pero franceses de pleno derecho que degeneraron, o no salieron, de una cierta marginalidad y sin una plena integración, ejemplo de ello son las revueltas de 1995 o 2005, originadas en guetos y motivadas por la desigualdad social. Francia además ha sido activo importante en las guerras de Iraq, Afganistán, Libia o actualmente en Malí. ¿Esto significa que Francia sea culpable de sufrir estos atentados o los de principio de año contra Charlie Hebdó? No, claro, ya he comentado que el responsable último es quien aprieta el gatillo, pero hay muchos condicionantes previos que suman para llegar a este resultado.
El primero son los guetos en sí mismos. Cuando las bolsas de pobreza o exclusión social se focalizan en una zona determinada y delimitada o sobre una parte de la población identificada con un origen geográfico, étnico, cultural o religioso es fácil que se genere un sentimiento de unidades enfrentadas al menos en una de las partes, y que cualquier fanatismo encuentre un caldo de cultivo adecuado para desenvolverse. Por tanto una primera acción preventiva es la integración y que la exclusión social no sea una opción, no es tarea fácil y la crisis económica no ayuda, pero pedagogía contra el racismo y la intolerancia sí, y medidas de proyección personal, formación y mestizaje también.
El segundo, y muy importante, es el uso de la fuerza bélica como herramienta política y económica. Como ya he comentado Francia ha sido parte importante en las últimas guerras en el norte africano y en el próximo oriente, con todo lo que conlleva. El fracaso de todas estas contiendas (al menos según los motivos oficiales) genera en la población que sufre los ataques un sentimiento de rechazo que una vez más es un caldo de cultivo perfecto para el integrismo. Las guerras son difíciles de justificar, pero cuando son tan evidentemente económicas y cuando en su desarrollo la población civil es sistemáticamente ignorada o incluso usada a beneficio de parte, cuesta mucho más no entender porque el odio hacia lo occidental crece a marchas forzadas.
El tercero y no menos importante es el uso que tradicionalmente se da a una facción determinada para que controle o limite a otra facción, Estados Unidos armó a los muyaidines que lucharon contra la URSS en Afganistán, luego estos fueron los talibanes. También formó a Bin Laden, Saddam y otros para usarlos como escudo, hasta que se les fueron de las manos y volvieron a matar moscas a cañonazos. No pienso entrar ahora en cómo y donde se consiguen las armas sabiendo que el mayor exportador de las mismas es EEUU, pero sí apuntaré que muchos son los intereses económicos que envuelven a estas guerras. Guerras que generan monstruos que luego no son capaces de controlar y que se combaten creando mayores monstruos.
Una de las cosas a destacar es que pese a hablarse de fanáticos islamistas, o de que determinadas mezquitas son foco, etc., ISIS no cuenta con el apoyo del islam en ninguna de sus vertientes "oficiales" y la presencia de imanes en sus filas es contada y marginal, además de que aún manteniendo reivindicaciones que mencionan a la religión esta no forma parte del discurso, siendo este básicamente político y supremacista.
Para terminar no querría dejar de apuntar que pese al dolor generado por estas más de trescientas víctimas en París, ayer hubo dieciocho muertos y treinta y cinco heridos en dos ataques en Somalia, el jueves un atentado en Beirut dejó más de cincuenta muertos, en abril en Kenya murieron 147 estudiantes por ser cristianos y sin apenas repercusión internacional y en Siria llevamos más de 215000 muertos, unos 600 por los bombardeos rusos de las últimas semanas sin que hubiera el rechazo masivo que estamos viviendo estos días, pareciera que estos fueran muertos de segunda o que nos pillan lejos. Hay que reflexionar, actuar con la cabeza fría, pensando a largo plazo y desterrando odios y fobias varias.
Mi último apunte es una mención que sí que debería resumir la naturaleza humana. Una amiga residente en París, apuntó en Facebook que el viernes, después de los atentados (afortunadamente no le pasó nada) volvió a casa en taxi, al bajar el taxista le dijo "ahora estás a salvo en casa" y no le cobró la carrera, por lo visto el viernes los taxistas se ocuparon de llevar a la gente a su casa sin cobrar y con la sensación de jugarse la vida por ello. Todo un ejemplo
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